VULNERABILIDAD
Y RESILIENCIA COMO CONDICIONES DE INTERVENCIÓN DE CRISIS SOCIO-ECOLÓGICAS
Vulnerability
and resilience as conditions of socio-ecological crisis intervention
Gabriela Azócar de la
Cruz
Recibido:19/10/2018
Aceptado:21/12/2018
Resumen
A partir de la relación que se establece entre sistemas socio-ecológicos y
cambio climático, en este artículo se analizan las conexiones teóricas entre
los conceptos crisis socio-ecológica, vulnerabilidad, resiliencia e
intervención contextual. Con este enlace conceptual, se persigue argumentar que
la coordinación de esferas de conocimiento y prácticas asociadas a los impactos
del cambio climático es una condición para el desarrollo de intervenciones de
crisis socio-ecológicas. Desde este análisis, se establece que esta condición
depende del nivel de desarrollo de la capacidad de respuesta y de la capacidad adaptativa
de los sistemas socio-ecológicos. A través del artículo se busca argumentar que
la intervención contextual de crisis socio-ecológicas requiere identificar y
coordinar diferentes esferas de conocimiento, a partir de comunicaciones que
adquieran sentido tanto al interior de estas esferas como en sus entornos. Las
relaciones conceptuales aquí propuestas, se ilustran en la revisión del caso de
los incendios forestales en Chile, considerando la magnitud de los daños y
perjuicios que han provocado durante los últimos años
Palabras claves: Sistemas
socio-ecológicos, crisis socio-ecológicas, vulnerabilidad, resiliencia,
intervención contextual.
Abstract
From the relationship between
socio-ecological systems and climate change, this paper analyzes the
theoretical connections among socio-ecological crisis, vulnerability,
resilience and contextual intervention. With this conceptual linkage, I am pursuing
to argue that the coordination of knowledge spheres and practices relative to
climate change is a condition for the development of socio-ecological crisis
interventions. From this analysis, I establish that the aforementioned condition
depends on the development level of the response capacity and adaptive capacity
in socio-ecological systems. Through this paper, it is pursued to argue that
the contextual intervention of socioecological crisis needs to identify and
coordinate different knowledge spheres, starting from communications that make
sense inside these spheres as well as into their environments. The conceptual
relationships here proposed are illustrated through the forest fire case in
Chile, taking in account the magnitude of the damages caused by these events
during the last years.
Key words
Socio-ecological systems, socio-ecological crisis,
vulnerability, resilience, contextual intervention
Cómo citar
Azocar de la Cruz, G. (2018). Vulnerabilidad y
resiliencia como condiciones de intervención de crisis socio-ecológicas. Intervención,
8(2), 74-91.
Introducción
El estudio de sistemas
socio-ecológicos y su relación con los impactos del cambio climático se ha
tornado en un campo de interés para diversas disciplinas científicas. Un gran
cúmulo de conocimientos se han desarrollado sobre las características de estos
sistemas y sobre cómo enfrentan aquellos fenómenos medioambientales que generan
daños de gran magnitud. En tal contexto, se ha hecho evidente la necesidad de
desarrollar procesos de intervención que coordinen las diferentes esferas de
conocimiento sobre las problemáticas medioambientales que aquejan a sistemas
socio-ecológicos, a partir de los cuales se puedan implementar estrategias de
prevención y/o mitigación de tales fenómenos. En este artículo, se propone
establecer un enlace conceptual entre crisis socio-ecológicas e intervención
contextual. Esto con el fin de determinar las condiciones necesarias para el
despliegue de aprendizajes sobre las consecuencias de problemáticas
medioambientales asociadas al cambio climático. Con ello, se discute sobre la
necesidad de establecer estrategias que incorporen los aprendizajes de
experiencias pasadas y permitan a los sistemas socio-ecológicos enfrentar contextos
de crisis.
Este artículo parte con la
discusión y definición del concepto sistemas socio-ecológicos en el marco de
los estudios sobre cambio climático y la revisión de dos categorías centrales
que hablan de condiciones observables en estos sistemas: vulnerabilidad y
resiliencia. Luego se describe la relación de estos conceptos con las
capacidades de respuesta y adaptativa de los sistemas socio-ecológicos. En un
segundo momento, se plantea la definición de crisis socio-ecológicas y se
señala que, a partir de este concepto, es posible analizar la dinámica de desarrollo
de problemas medioambientales. Se utilizan para ello, las etapas de incubación,
propagación y restructuración asociadas a crisis sociales, situando en ellas las
condiciones de vulnerabilidad y resiliencia antes descritas. Luego, se plantea
la necesidad de establecer procesos de intervención de estas crisis, que
develen las formas en que los sistemas sociales incorporan aprendizajes sobre
el comportamiento de sus entornos ecológicos. En un tercer momento de este
artículo, se establece un enlace entre los conceptos crisis socio-ecológicas e
intervención contextual, a partir del cual se indica como las capacidades de
respuesta y adaptativa de los sistemas se vinculan con las condiciones
requeridas para la intervención de este tipo de crisis. Para ilustrar este
desarrollo conceptual, se revisa el caso de los incendios forestales en Chile,
considerando la magnitud que estos eventos han adquirido durante los últimos
años a partir de las consecuencias del cambio climático. Este artículo finaliza
con unas breves conclusiones sobre lo que devela la vinculación entre el
conjunto de conceptos revisados.
1. Sistemas socio-ecológicos
y cambio climático
Un campo de especial preocupación en el estudio de procesos
de intervención social lo constituyen aquellos fenómenos que, como consecuencia
del cambio climático, con mayor frecuencia y magnitud están afectando las
condiciones de vida de diversas comunidades en el mundo. Daños sociales y
ambientales causados por los efectos de tsunamis, inundaciones, incendios
forestales, huracanes, sequias, entre otros, han sido abordados desde diversas
disciplinas. Se ha buscado comprender tanto las causas y consecuencias de tales
eventos, como las posibilidades de desarrollar intervenciones que disminuyan
los niveles de vulnerabilidad de las comunidades afectadas por estos (Cook,
Freeman, Levine & Hill, 2011; Moench, 2010).
El estudio de este tipo de problemas da cuenta de la
estrecha relación entre sistemas sociales y ecológicos, y con ello evidencia la
necesidad de comprender cómo estas esferas se acoplan y operan de manera
interdependiente. En este marco, el concepto sistemas socio-ecológicos da
cuenta del conjunto de interacciones entre necesidades humanas y condiciones
ambientales que se desarrollan en espacios territoriales delimitados (Urquiza y
Cadenas, 2015; Fischer et al. 2015; Koontz, Gupta, Mudliar & Ranjan, 2015).
Se trata de sistemas auto-organizados en los que se establecen relaciones
regulares entre factores sociales y biofísicos (Folke, Hahn, Olsson, &
Norberg, 2005). Este concepto ha permitido reconocer el alto nivel de
dependencia que la sociedad tiene de los ecosistemas y, con ello, la necesidad
de diseñar intervenciones que aborden las problemáticas que surgen de la
relación entre entorno social y entorno ecológico (Fischer et al., 2015). Cabe
señalar que, de las condiciones con que los sistemas socio-ecológicos enfrentan
los efectos del cambio climático, surge una serie de características que
permiten describirlos y analizarlos.
Uno de los principales
factores que permite caracterizar los sistemas socio-ecológicos es su vulnerabilidad.
Por esta se entiende el nivel de exposición que los sistemas presentan ante
potenciales impactos del cambio climático, lo que también se entiende como
susceptibilidad al daño (Adger, 2000; Eakin & Luers, 2006). El nivel de
exposición de los sistemas socio-ecológicos se vincula con las características
geográficas de los ecosistemas y, por lo tanto, con los contextos territoriales
en los que residen las comunidades afectadas por dichos impactos (Krellenberg,
Welz, Link & Barth, 2017). La vulnerabilidad se encuentra estrechamente
asociada a la capacidad de respuesta de los sistemas para enfrentar y manejar
los efectos negativos del cambio climático. Esta capacidad depende de las
características y condiciones del sistema, independientemente de los potenciales
peligros a los que se ve expuesto. Una baja capacidad de respuesta se asocia a
un alto nivel de vulnerabilidad (Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia,
2018).
Un segundo factor asociado a las características de los
sistemas socio-ecológicos es su resiliencia. Por ella se comprende la habilidad
de los sistemas de mantener o reactivar sus funciones cuando estas se han visto
interrumpidas (Meerow, Newell y Stults, 2016). La resiliencia se manifiesta en
la capacidad adaptativa del sistema, la que supone la anticipación de peligros
a los que este pudiera verse expuesto en el futuro (Folke, 2006; Berman, Quinn
& Paavola, 2012). La capacidad adaptativa se encuentra estrechamente
vinculada con la reflexividad de los sistemas, la que da cuenta de la facultad
que estos tienen de integrar información de su entorno y, a partir de ello,
reaccionar ante los efectos de transformaciones que les afectan internamente.
Sistemas altamente reflexivos son aquellos que desarrollan aprendizajes a
partir de los cuales son capaces de auto-transformarse con el fin de mantener
su propia auto-organización y reproducción (Urquiza y Cadenas, 2015). En tal
sentido, la capacidad adaptativa de los sistemas socio-ecológicos se asocia a
su memoria, es decir, a la información sobre eventos pasados que le han
afectado positiva o negativamente, a partir de la cual son capaces de
desarrollar respuestas innovadoras para enfrentar los peligros a los que se ven
expuestos como consecuencia del cambio climático (Blann, Ligth & Musumeci
2002; Folke, 2006).
Las características de los sistemas socio-ecológicos
determinan que su intervención se torne altamente compleja. Se entiende que la
intervención busca potenciar las capacidades de respuesta y adaptativa de estos
sistemas, lo que se espera de ella es el aumento de las condiciones de
resiliencia y, la consecuente, disminución de los niveles de vulnerabilidad de
sistemas socio-ecológicos. Bajo este contexto, en los procesos de toma de
decisiones que dan forma a la intervención de estos sistemas, se requiere
diferenciar entre las necesidades sociales y medioambientales involucradas, así
como los efectos que unas tienen sobre las otras (Koontz, Gupta, Mudliar y
Ranjan 2015). El proceso de aprendizaje bajo el cual es posible la intervención
de los sistemas socio-ecológicos, permite relacionarla con el concepto de crisis.
Se sostiene que, a partir de las crisis, los sistemas despliegan un conjunto de
respuestas a las amenazas de su entorno y, por lo tanto, es en ella que los
procesos de intervención toman lugar.
2. Crisis sociales
y crisis socio-ecológicas
Se definirá las crisis socio-ecológicas como un tipo
particular de crisis que afectan a sistemas sociales que se encuentran
estrechamente vinculados con su entorno ecológico. Para comprender sus
particularidades se comenzará por revisar cómo las crisis sociales han sido
definidas, para luego establecer las características de los sistemas
socio-ecológicos que permiten comprender lo que entendemos como crisis
socio-ecológica.
Las crisis sociales han sido definidas como un fenómeno
característico de la sociedad moderna, en tanto, se encuentran asociadas a sus
procesos de evolución. Estas se producen cuando los rendimientos de los
sistemas sociales dejan de responder a las necesidades que surgen de los
recurrentes procesos de transformación de la sociedad (Cordero, Mascareño &
Chernilo, 2016; Jessop, 2016; Archer, 2016). En tal sentido, las crisis
constituyen una forma de autodescripción de la sociedad, en la que se develan
sus contradicciones y controversias (Luhmann, 1984; Luhmann & Fuch, 1988).
Es posible identificar dos dimensiones de análisis de las
crisis sociales: una dimensión operativa, asociada a los problemas que se
detectan en el funcionamiento de los sistemas en los que se manifiestan, y una
dimensión experiencial, asociada a los daños que estas provocan en personas y
comunidades (Azócar, 2017).
La dimensión operativa de las crisis se encuentra
relacionada con el nivel de sensibilidad de los sistemas sociales ante sus
entornos. En este contexto, un bajo nivel de sensibilidad ante las
transformaciones del entorno implica que los sistemas sociales no son capaces
de responder y adaptarse a los nuevos escenarios y condiciones que tales
cambios les imponen (Mascareño, Goles, y Ruz, 2016). Es
posible identificar tres etapas de esta dimensión que dan cuenta de la dinámica
de comportamiento de las crisis sociales (Mascareño, et al., 2016). La primera
se denomina incubación y se entiende como el periodo en que se detectan
desajustes en los rendimientos de los sistemas en los que se genera una crisis.
Estos desajustes que están asociados a una baja capacidad de respuesta y
adaptativa a las transformaciones de su entorno. La segunda etapa corresponde
al proceso de propagación de la crisis, lo que se produce cuando esta afecta a
otros sistemas del entorno. Esto se traduce en una progresiva difusión de la
comunicación de la crisis y su consecuente identificación como problema (Walby,
2015). La tercera etapa se denomina reestructuración, y se produce cuando el
sistema logra adaptarse a las transformaciones del entorno generando respuestas
que se ajustan a las expectativas que la sociedad tiene de sus rendimientos. La
restructuración puede producirse como parte del proceso natural de evolución de
los sistemas o bien como resultado de un proceso de intervención. En ambos casos,
los efectos de la reestructuración pueden ser positivos o negativos, siendo
esta última situación una posible antesala para la producción de una nueva crisis
social (Mascareño, 2017).
La dimensión experiencial de las crisis sociales refleja el
conjunto de perjuicios y daños que estas generan directamente sobre personas y
comunidades, los que generalmente se manifiestan en distintas formas de
exclusión (Cordero, 2014). La comunicación de las crisis que se produce en la
etapa de propagación se ve potenciada por el malestar generalizado entre
quienes directa o indirectamente se han visto perjudicados por sus efectos
(Weick, 1988). De ello deriva que la autodescripción de la crisis sea el resultado
de la comunicación de las experiencias de los agentes afectados por esta
(Mascareño, 2018). El estudio de crisis sociales indica que tales
comunicaciones toman la forma de narrativas que reflejan diferentes
atribuciones causales y visiones sobre cómo intervenirlas (Ramos, 2016; Marsen,
2014; Tsoukala, 2013; Urhammer & Røpke, 2013).
Bajo este marco, las crisis socio-ecológicas son aquellas
que afectan sincrónicamente las condiciones de reproducción de sistemas
sociales y ecológicos que se encuentran fuertemente acoplados. El acoplamiento
entre estos sistemas implica que las causas de los eventos que develan la crisis
pueden ser explicadas desde cada uno de ellos (Virapongse et al., 2016). Esto
quiere decir que, según la posición desde la cual se describa la crisis, el
daño producido puede tener su origen en el entorno social del sistema ecológico
o, viceversa, en el entorno ecológico del sistema social. Es importante señalar
que, independientemente de su origen, los perjuicios que estos eventos producen
en cada sistema repercuten sinérgicamente en sus respectivos entornos, lo que
se entiende como una falla sincrónica en las operaciones sistémicas
(Homer-Dixon et al., 2015).
Enlazando la definición de crisis social con la descripción
del comportamiento de crisis socio-ecológicas, se sostiene que estas últimas
pueden presentar una extendida incubación, etapa en la que se empiezan a gestar
las condiciones que provocarán diferentes tipos de daños y perjuicios al
interior del sistema, o bien desarrollarse a partir de eventos de carácter
repentino, generalmente asociados a fenómenos medioambientales o climáticos. Como
ejemplo del primer caso, los efectos de una sequía se pueden observar luego de
varios años de déficit de lluvias, durante los cuales una crisis agrícola
comienza progresivamente a manifestarse. Es importante en este punto señalar que,
durante un periodo extenso de incubación, los sistemas pueden desarrollar de
forma paulatina estrategias de adaptación a los cambios a los que se ven
enfrentados (Smit & Wandel, 2006). Ejemplos de procesos repentinos de crisis
son aquellos provocados por huracanes o por el desarrollo sorpresivo de
incendios forestales de gran magnitud. En tales situaciones los impactos
negativos de la crisis repercuten en un número significativo de personas y
comunidades, en un corto periodo de tiempo (Colding, Elmqvist y Olsson, 2002). En
este artículo se sostiene que los aprendizajes que se obtienen de este tipo de
crisis se encuentran principalmente asociados a la frecuencia con que los
sistemas enfrentan eventos de similar naturaleza. A mayor recurrencia de estos
eventos existirán mayores posibilidades de aprendizaje.
Independientemente del tipo de incubación que la crisis
haya tenido, su propagación dependerá de la magnitud de los daños generados,
así como de la capacidad de respuesta que presente el sistema ante sus
consecuencias. Esto quiere decir que los sistemas sociales y ecológicos
resultan vulnerables ante eventos externos que interrumpan sus procesos
sincrónicos de reproducción (Homer-Dixon et al., 2015). Una mayor capacidad de
respuesta ante este tipo de situaciones implicará, por lo tanto, que el proceso
de propagación de la crisis sea de menor tiempo y alcance.
Por otro lado, es posible asociar la reestructuración de
sistemas socio-ecológicos con su capacidad de resiliencia. Para que esta se
produzca se requiere que el sistema pueda prever los efectos de las crisis e introducir
innovaciones en sus propias formas de operar (Centro de Ciencia del Clima y la
Resiliencia, 2018). Esto quiere decir que los sistemas son capaces de aprender
de las crisis socio-ecológicas y adaptarse a los nuevos escenarios que estas
generan (Gunderson, 2002). En tal sentido, las comunidades e instituciones
involucradas en la producción e intervención de este tipo de crisis pueden
renovar sus conocimientos y recursos para enfrentar futuros eventos similares
(Berman et al., 2012; Basset y Fogelman, 2013).
Toda crisis puede evolucionar naturalmente hacia la
restructuración del sistema, sin embargo, la incerteza sobre la magnitud de los
perjuicios que estas pueden provocar resulta intolerable en una sociedad de
acelerados procesos de transformación sobre los cuales ha perdido su capacidad
de control. La necesidad de intervenir aquellos sistemas socio-ecológicos en
los que se evidencia el desarrollo de una crisis, surge como un imperativo que,
desde una perspectiva normativa, resulta imposible evadir. Comprender la lógica
que caracteriza los procesos de intervención de crisis socio-ecológicas implica,
por lo tanto, develar los aprendizajes que los sistemas desarrollan cuando se
ven enfrentados a peligros y amenazas que ponen en riego su propia
reproducción.
3. Intervención
contextual de crisis socio-ecológicas
El desarrollo efectivo de procesos de intervención implica
interrumpir la dinámica evolutiva de un fenómeno social, con el fin de
reorientar su curso hacia un objetivo determinado. En el caso de la
intervención de crisis socio-ecológicas, dicho objetivo será la estabilización
de las condiciones de vida de las personas y comunidades que se han visto
afectadas por fenómenos que se producen en sus entornos, los que, como se ha señalado,
pueden estar asociados a los impactos del cambio climático.
Desde una perspectiva sistémica, por intervención
contextual se entiende la conducción de los procesos de aprendizaje de los sistemas
sociales, con el fin de que integren en sus propias lógicas operativas,
información sobre las transformaciones de sus entornos que afectan o amenazan
la reproducción de sus funciones (Willke, 2014; 2016). Es importante señalar
que el foco que el concepto de intervención contextual pone en la noción de
aprendizajes devela la necesidad de establecer estrategias de coordinación
entre las distintas esferas de conocimiento involucradas en el desarrollo de
crisis socio-ecológicas, entre las cuales es posible mencionar saberes
técnicos, científicos, sociales y aquellos asociados a la toma de decisiones de
carácter político. En base a ello será este concepto el que se utilizará para
explicar la intervención de crisis socio-ecológicas, mientras se establece para
ello un enlace con las nociones de vulnerabilidad y resiliencia antes
revisadas.
La intervención de crisis socio-ecológicas puede
desarrollarse en su etapa de incubación o de propagación, según la dinámica de
desarrollo que la propia crisis presenta. Las crisis que se han venido
incubando por periodos extensos de tiempo, pueden ser intervenidas antes de que
sus efectos negativos entren en una atapa de propagación. Por otro lado, las crisis
provocadas por eventos de rápido desarrollo deberán implementar intervenciones
centradas en el control y detención de la propagación de sus impactos (Azócar,
2017).
El desarrollo de aprendizajes, en el caso de las crisis socio-ecológicas,
se encuentra asociado a dos tipos de factores: vulnerabilidad y resiliencia. En
este artículo se sostiene que sistemas socio-ecológicos altamente vulnerables a
los efectos del cambio climático se encuentran menos aptos para el desarrollo
de procesos de intervención de las crisis que los aquejan, lo que puede
asociarse a un bajo nivel de reflexividad y, con ello, a una limitada capacidad
de incorporar aprendizajes sobre las amenazas medioambientales a las que se ven
expuestos. La relación entre vulnerabilidad y capacidad de intervención es, en
tal sentido, inversamente proporcional. Por otro lado, sistemas
socio-ecológicos con altos grados de resiliencia cuentan con las condiciones
requeridas para el desarrollo de procesos de intervención eficaces. La relación
entre resiliencia y capacidad de intervención es, en este caso, directamente
proporcional.
La vulnerabilidad se asocia a las características
contextuales de los sistemas analizados, en tanto, alude a sus condiciones
políticas, económicas, culturales y geográficas (Cutter, Boruff & Shirley,
2003; Engle, 2011; Smit & Wandel, 2006). Tales condiciones, asociadas a
formas de conocimiento, repercuten en el nivel de preparación con que cuentan
las instituciones políticas y las comunidades para manejar el desarrollo de
fenómenos asociados al cambio climático (Adger, 2000; Kelly & Adger, 2000).
Así, por ejemplo, comunidades de bajos recursos económicos, con instituciones
políticas débiles, o aquellas en las sus prácticas culturales pueden entrar en
conflicto con prácticas medioambientales de prevención tienen una menor
capacidad de respuesta ante los efectos de incendios forestales y sequias,
fenómenos a los que pueden verse altamente expuestos dadas sus características
geográficas. Para el desarrollo de procesos de intervención eficaces de
sistemas socio-ecológicos en los que se identifican este tipo de comunidades,
se requiere fortalecer las capacidades productivas y los procesos políticos de
toma de decisiones, pero con especial énfasis es necesario introducir
conocimientos técnico-científicos sobre la naturaleza de los fenómenos del
cambio climático y su relación con las características geográficas de los
territorios en los que tales comunidades residen.
El concepto de resiliencia, por otro lado, se encuentra
directamente relacionado con el de intervención. La resiliencia da cuenta de la
capacidad de transformación de los sistemas socio-ecológicos, a partir de la
introducción de variaciones en sus operaciones internas que les permiten
adaptarse a los cambios observados en su entorno (Folke, 2006; Engle, 2011).
Esto implica que a partir de eventos disruptivos que se producen fuera o dentro
del sistema, este es capaz de modificar su propia estructura interna (Gallopin,
2006). En tal sentido, la resiliencia favorece los procesos de aprendizaje
entre el sistema social y el sistema ecológico, así como la interacción entre
comunidad y medioambiente (Walker, et al. 2006). Esta capacidad adaptativa muestra
como la memoria del sistema y, por lo tanto, aquellos aprendizajes adquiridos
de experiencias anteriores han logrado introducir variaciones en la estructura
y funcionamiento de los sistemas. Bajo estas condiciones, los sistemas, sin
perder su identidad y autorreferencia, son capaces de ajustar sus operaciones a
condiciones sociales y ambientales cambiantes. La resiliencia implica
flexibilidad y, en tal sentido, esta puede cambiar a través del tiempo al
interior del propio sistema (Urquiza & Billi, 2018). Así, la resiliencia
puede ser entendida como una condición necesaria para la intervención efectiva
de crisis socio-ecológicas, en tanto, alude a la innovación que genera la
introducción de cambios en las operaciones internas del sistema. La resiliencia,
por otro lado, se encuentra asociada la reflexividad del sistema. Sistemas
socio-ecológicos altamente reflexivos son aquellos que procuran comprender lo
que ocurre en sus entornos puesto que son conscientes de la relación de mutua
dependencia que establecen con ellos. En tal sentido, sistemas resilientes
cumplen con las condiciones requeridas para su intervención.
Para comprender la relación entre vulnerabilidad y
resiliencia es necesario partir por establecer que se trata de condiciones
observables de los sistemas socio-ecológicos, que se operacionalizan en
distintas capacidades: la capacidad de respuesta es el mecanismo a través del
cual es posible estimar los niveles de vulnerabilidad del sistema, mientras que
la capacidad adaptativa permite determinar cuan resiliente este ha llegado a
ser (Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, 2018). Esto evidencia que la
relación entre vulnerabilidad y resiliencia es indirectamente proporcional. Es
posible establecer una relación temporal entre estas condiciones, que permite
enlazarlas con las etapas de desarrollo de las crisis. Entonces, se define la
capacidad de respuesta del sistema como el conjunto de condiciones con las que
se expone a los impactos de los cambios en su entorno. De dicha capacidad
dependerá, por lo tanto, el tiempo de incubación y propagación de los
perjuicios de la crisis. Sistemas vulnerables son aquellos donde el desarrollo
de crisis socio-ecológicas se extiende por periodos prolongados de tiempo, lo
que repercute en la magnitud de los impactos negativos que reciben. Se trata de
sistemas con una limitada apertura a la intervención y un alto nivel de
exposición a los perjuicios de este tipo de crisis. La capacidad adaptativa,
por otro lado, denota el conjunto de aprendizajes a partir de los cuales el
sistema enfrenta los impactos del cambio climático, condición que se manifiesta
en la etapa de reestructuración de la crisis. Sistemas resilientes son aquellos
dispuestos a ser intervenidos, en los que es factible reorientar el curso de la
crisis hacia una situación de estabilización. Esto supone que, en tales
condiciones, los efectos negativos de la crisis pueden, en alguna medida, ser
controlados e idealmente minimizados.
A partir de los enlaces recién expuestos, se plantea que
intervención contextual, en el caso de sistemas socio-ecológicos, significa
propiciar que las comunidades afectadas por el cambio climático aprendan no
solo de las amenazas asociadas a problemas medioambientales, sino también de
los riesgos que sus propias prácticas cotidianas implican en el desarrollo de
tales fenómenos. Para disminuir los niveles de vulnerabilidad de sistemas
socio-ecológicos, se requiere que personas, comunidades e instituciones logren
incorporar bajo sus propias lógicas, el cúmulo de conocimientos sobre las
causas, efectos e impactos del cambio climático. Asimismo, implica que la
esfera científica debe aprender de las lógicas con las que operan los sistemas
político y económico en la toma de decisiones sobre problemas medioambientales,
y especialmente de aquellas prácticas arraigadas en comunidades afectadas por
crisis socio-ecológicas que se contraponen a la implementación de medidas
preventivas o de manejo de este tipo de situaciones. Esto evidencia que la
intervención debe ser capaz de mediar entre esferas de conocimiento
diferenciadas, propiciando mecanismos de interpretación entre leguajes que,
desde las distintas posiciones de los actores que transitan por estas esferas,
pueden resultar crípticos e incluso incomprensibles.
Los enlaces conceptuales que se ha establecido entre
intervención, vulnerabilidad y resiliencia, entregan un marco de referencia
para el análisis e implementación de intervenciones de crisis socio-ecológicas
que se espera pueda ser aplicado en distintos contextos de estudio de los
impactos del cambio climático. Con este fin, se introducirá como ejemplo el
caso de los incendios forestales en Chile, fenómeno que durante la última
década ha generado mayor preocupación dada la magnitud con la que se han
manifestado.
4. Crisis
socio-ecológicas e intervención: el caso de los incendios forestales en Chile
Chile es un país que, por sus características geográficas,
se encuentra altamente expuesto a los efectos y consecuencias del cambio
climático (Ministerio del Medio Ambiente, 2016). En este contexto, uno de los
fenómenos que en los últimos años ha adquirido especial relevancia es el de los
incendios forestales que se han producido en cadena a lo largo del país.
Diversos estudios sobre este tipo de fenómenos sostienen que, durante el último
siglo y como consecuencia del cambio climático, los incendios forestales han
aumentado en frecuencia y en la magnitud de los daños que generan (Holmes, Huggett & Westerling, 2008; Trainor, et al., 2009;
Blades, Shook & Hall, 2014). En nuestro país esto se evidencia en cifras
que van desde 435 incendios entre los años 1963 y 1964, a 5.274 incendios en el
periodo 2016-2017, según la Corporación Nacional Forestal
(s.f.). La mayor preocupación al respecto surge a partir de los incendios que
se produjeron en el último periodo, cuya magnitud de daño fue sustantivamente
superior a todos los registros históricos existentes en esta materia. Solo en
términos de la superficie afectada, se observó un incremento 4 veces mayor que
lo ocurrido entre 2104 y 2015 (de 128.654 ha a 570.197 ha), periodo en que se
había registrado el mayor nivel de daño histórico hasta esa fecha (CONAF, s.f.).
Los múltiples estudios sobre los efectos del cambio climático y aquellos
orientados al pronóstico de este tipo de eventos, dan cuenta del incremento de
los riesgos de que incendios forestales de gran magnitud se produzcan en Chile
y, con ello, de la necesidad de comprender con mayor profundidad su dinámica de
comportamiento, para diseñar estrategias eficaces en su manejo e intervención.
Tales estudios dan cuenta de la gran producción de conocimientos sobre estos
fenómenos, así como de la experiencia adquirida en relación con su manejo, no
así sobre cómo coordinar tales conocimientos para que se expresen en medidas
eficaces de intervención.
Los incendios forestales, independientemente de sus causas,
provocan en un corto periodo de tiempo perjuicios y daños de gran magnitud en
personas, comunidades, instituciones y sistemas ecológicos. En tal contexto es
que a partir de sus consecuencias negativas es posible definirlos como crisis
socio-ecológicas de corta incubación y acelerada propagación. Para la
intervención de este tipo de crisis, se requiere analizar las condiciones de
vulnerabilidad del país ante los incendios forestales en el contexto del cambio
climático, así como evaluar los aprendizajes y estrategias de manejo que han
sido implementadas como rasgo de resiliencia.
Si analizamos las condiciones de vulnerabilidad del país
ante los incendios forestales, nos encontramos con que Chile se caracteriza por
una topografía diversa que le hace estar altamente expuesto a este fenómeno. Al
menos un 50% de la superficie terrestre del país es de uso agroforestal, lo que
implica una alta disponibilidad de material vegetal combustible en condiciones
climáticas favorables para la propagación del fuego (Castillo, Garfias, Julio y
González, 2012). Sumado a esto, se ha documentado que los efectos del cambio
climático, particularmente la disminución de las precipitaciones, han derivado
en un evidente aumento de la frecuencia y magnitud de los incendios forestales
en la zona centro-sur del país (González, Lara, Urrutia, y Bosnich, 2011). En
este escenario, la capacidad de respuesta ante las consecuencias de este
fenómeno es todavía sensible a la incerteza que provocan las constantes
transformaciones medioambientales y climáticas asociadas al cambio climático.
En cuanto a su resiliencia, el país ha demostrado el
desarrollo de amplias capacidades para enfrentar los incendios forestales, a
partir de diversas estrategias de prevención, predicción y mitigación. Entre
ellas destacan la implementación y perfeccionamiento del sistema de pronóstico
KITRAL (Paton, Buergelt, Tedim & McCaffrey, 2015;
Castillo et al., 2017), la implementación de la Estrategia Nacional de
Biodiversidad (Úbeda & Sarricolea, 2016) y diversas campañas públicas de
prevención (Díaz-Hormazábal y González, 2016; Urzúa y Cáceres, 2011). Los
niveles de adaptación a los riesgos y amenazas asociados a la mayor recurrencia
de incendios forestales, sin embrago, no han sido suficientes. Al respecto, estudios
en la materia concuerdan en los desafíos aún pendientes en el manejo de
incendios forestales en Chile, entre los cuales se señala la necesidad de
perfeccionar los sistemas de manejo de la tierra, incorporar conocimiento
científico sobre el comportamiento de ecosistemas forestales, regular las
actividades productivas y concientizar a la población sobre los riesgos de
acciones negligentes (Peña y Valenzuela, 2008; Urzúa y Cáceres, 2011; Castillo
et al., 2012; Manuschevich & Beier, 2016; González et al., 2018).
La evidencia muestra que las
condiciones necesarias para el desarrollo de procesos de intervención de crisis
socio-ecológicas provocadas por incendios forestales se encuentran presentes en Chile. Una serie de aprendizajes y estrategias de
manejo han sido desarrolladas a partir del desarrollo de diversas
investigaciones técnico-científicas en la materia. En general, este tipo de
investigaciones ha buscado generar modelos predictivos que aporten con
información que nutra los procesos de toma de decisiones sobre la gestión y
manejo de los incendios. Se reconoce en ello la relevancia de las instituciones
políticas y técnicas, centrales y locales, en la intervención de este tipo de
fenómenos. En tal sentido, este tipo de instituciones han sido comprendidas
como mecanismos que favorecen la adaptación de las comunidades afectadas por
los incendios, en tanto sus acciones permitirían aumentar sus niveles de
resiliencia, a la vez que disminuir sus niveles de vulnerabilidad ante la
ocurrencia de crisis socio-ecológicas generadas por este fenómeno (Adger, 2000;
Davidson-Hunt y Berkes, 2003; Berman et al., 2012; Basset & Fogelman,
2013). Políticas de gestión de riesgo de incendios forestales que integren de
manera coordinada las distintas dimensiones del fenómeno, sin embargo, no han
sido incorporadas en planes territoriales de desarrollo (Úbeda y Sarricolea,
2016). Esto significa que no hay avances sustantivos sobre cómo vincular el
conocimiento científico disponible, los modelos de manejo y mitigación, y el
comportamiento de las comunidades en riesgo.
La necesidad de desarrollar estrategias, de prevención y
manejo efectivas, requiere coordinar la comprensión de este tipo de crisis
socio-ecológicas, es decir, vincular los conocimientos de las esferas
científicas y políticas con las prácticas individuales y colectivas que
representan riesgos de incendios forestales. La literatura concuerda con que la
mayoría de los incendios forestales son producidos por los humanos, ya sea de
manera deliberada, negligente o accidental (Westerling, 2008; Úbeda y
Sarricolea, 2016; Ribeiro, Valente, Coelho & Figueiredo, 2015; CONAF, s.f.).
Las campañas de prevención de incendios tienden a informar sobre los riesgos de
estas malas prácticas sin lograr, empero, que las personas integren en sus
lógicas de comportamiento la complejidad que hay detrás de la racionalidad de
la prevención. En ello se devela que, si bien existen las condiciones
reflexivas para el diseño e implementación de intervenciones eficaces, no se
han desarrollado las condiciones adaptativas necesarias para enfrentar este
tipo de crisis socio-ecológica. Para que ello ocurra es necesario reforzar la
idea de que la intervención debe poner en diálogo las diversas formas de
conocimiento involucradas en la comprensión de los incendios forestales,
propiciando que distintos actores, comunidades e instituciones, sean capaces de
interpretarse mutuamente, aumentando con ello su capacidad de resiliencia ante
este tipo de eventos.
Conclusiones
La relación de acoplamiento entre sistema social y sistema
ecológico ha adquirido especial relevancia en el estudio de los impactos
asociados al cambio climático. Si bien cada uno de estos sistemas constituye el
entorno del otro, en el análisis de los daños y perjuicios provocados por
eventos medioambientales de gran magnitud es necesario comprender este
acoplamiento sistémico como una contextura que adquiere una identidad propia y
adopta la forma de lo que entendemos como sistema socio-ecológico.
A partir de la descripción de las etapas que caracterizan
la dinámica de las crisis sociales, se pretendió dos cosas: a) utilizar este
concepto para comprender cómo se comportan los impactos asociados a problemas
ambientales que afectan a sistemas socio-ecológicos, b) asociar las condiciones
de vulnerabilidad y resiliencia de los sistemas socio-ecológicos con las
diferentes etapas de evolución de las crisis. Bajo este marco de referencia, se
plantea que la intervención de este tipo de sistemas puede producirse en las
etapas de incubación o propagación, y que en ambos casos lo que se busca es la
reestabilización de las operaciones del sistema. Se afirma que, desde una
perspectiva normativa, este objetivo puede ser interpretado como la
estabilización de las condiciones de vida de las comunidades afectadas por
crisis socio-ecológicas, así como la reparación de los daños medioambientales
provocados por estas.
La conexión que se establece entre el concepto intervención
contextual y las capacidades de respuesta y adaptativa vinculadas a
vulnerabilidad y resiliencia, está centrada en la comprensión de los procesos producción
de conocimientos y desarrollo de aprendizajes que se producen en los sistemas
intervenidos. En tal sentido, se señala que para que el sistema sea capaz de
ajustar sus operaciones a los nuevos contextos de transformación que su entorno
le plantea es necesario que comprenda, en su propio lenguaje, el sentido de
tales transformaciones.
A partir del ejemplo de los incendios forestales en Chile, se
ha procurado enfatizar la idea de que los procesos de intervención contextual
eficaces son aquellos en los que es factible coordinar las diferentes esferas
del conocimiento sobre los fenómenos medioambientales asociados al cambio
climático, y que esto significa no solo trabajar con conocimientos políticos y
científicos en la materia, sino que también con los saberes y prácticas
arraigadas en las comunidades que deben cotidianamente lidiar con los embates de
sus constantemente cambiantes entornos ecológicos.
El ejercicio de enlace
conceptual que se ha desarrollado en este artículo pretende establecer un marco
de observación y análisis para el estudio de sistemas socio-ecológicos
afectados por fenómenos asociados al cambio climático. A partir de la
identificación de conceptos utilizados en el estudio de problemas
medioambientales, se ha procurado identificar sus conexiones y establecer una
estructura de relación entre estos. El fin de este ejercicio es contar con un
marco de herramientas conceptuales que permita, en futuras investigaciones en
esta materia, identificar las diferentes esferas de conocimiento involucradas y
requeridas para el desarrollo de intervenciones contextuales. A partir de ello,
y a través de una adecuada coordinación de estas esferas, se busca reorientar
el curso de posibles crisis socio-ecológicas hacia una pronta etapa de
restructuración.
La discusión desplegada en
este artículo surge de los resultados iniciales de las investigaciones
realizadas por el Núcleo Milenio Modelos de Crisis, a partir de las cuales se
ha desarrollado el concepto de crisis social. Este ha sido utilizado tanto en
el análisis de problemas sociales como socio-ecológicos (Azócar, 2017; Cordero
et al., 2016; Mascareño et al., 2018; Mascareño et al., 2016; Mascareño,
2017; 2018). Si bien se ha procurado avanzar en el ordenamiento y
estructuración del aparataje conceptual desarrollado por este centro de
investigación, los desafíos pendientes en esta materia son múltiples. En tal
sentido espero que la utilización de estas herramientas de análisis en futuras
investigaciones permita responder a estos desafíos identificando estrategias de
coordinación de conocimientos factibles de ser operacionalizadas en
recomendaciones concretas para el desarrollo de intervenciones contextuales.
Para que estas estrategias sean efectivas, es imprescindible procurar que las
formas de comunicación que adquieran sean comprensibles por los distintos
actores involucrados en la toma de decisiones políticas, comunitarias,
legislativas y técnico-científicas relativas a la intervención de crisis
socio-ecológicas. El mayor desafío, por lo tanto, es traducir los conceptos y
enlaces presentados en este artículo en recomendaciones que adquieran sentido,
tanto al interior de los sistemas involucrados como en sus respectivos entornos.
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