Paula Mara Danel [1]
Recibido: 10/10/2018
Aceptado: 26/11/2018
Resumen
En el presente artículo abordaremos debates teóricos y metodológicos en torno a
las categorías de intervenciones sociales, políticas sociales, espacio
comunitario y procesos
de envejecimiento. En tal sentido, se trabajarán con preguntas que recuperan
debates sobre acción colectiva en general y en relación a las personas mayoras
mayores en particular.
Se entiende que las intervenciones desplegadas en el espacio comunitario responden a pulsiones distintas en torno a los múltiples agentes sociales que se encuentran y desencuentran en el mismo.
En tal sentido presentamos ideas fuerza que nos permiten indagar sobre los modos situados en que las intervenciones con personas mayores se dan en el terreno comunitario.
La perspectiva teórica desde la que se postula este artículo, es la relacional e indaga la idea de prácticas sociales.
In the present article we will approach theoretical and methodological debates around the categories of social interventions, social policies, community space and aging processes. In this sense, we will work with questions that retrieve debates on collective action in general and in relation to elderly people in particular.
It is understood that the interventions deployed in the community space respond to different impulses around the multiple social agents that are found and disencountered in it.
In this sense we present force ideas that allow us to inquire about the ways in which interventions with older people occur in the community.
The theoretical perspective from which this article is posited, is the relational and investigates the idea of social practices.
Intervention - community space - Gerontology - Social Work
Cómo citar
Danel, P. (2018). De disputas y hegemonías en las intervenciones con personas mayores en espacios comunitarios. Intervención, 8(2), 95-107.
El presente artículo surge en el marco de preocupaciones colectivas del equipo de investigación del proyecto “Procesos identificatorios y producción de sentidos: prácticas, estrategias e intervenciones de colectivos en diferentes campos"[2], desarrollado desde el Instituto de Estudios de Trabajo Social y Sociedad (IETSyS), que pertenece a la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina. El proyecto ha permitido la ampliación de discusiones asociadas a los procesos de envejecimiento y vejez, y la acción colectiva. En este marco, se generaron diálogos con las discusiones desarrolladas por el equipo de investigación “Intervenciones sociales del Estado entre los años 2016 - 2019: una lectura a partir de los campos de actuación del Trabajo Social en el Gran La Plata, en las tensiones entre la redistribución y la restricción”[3]. Desde estos espacios de enunciación, se comparten debates asociados a intervenciones sociales, organizaciones de personas mayores y espacio comunitario.
En el artículo, se desarrollan ideas que subentienden que las intervenciones desplegadas en el espacio comunitario, responden a pulsiones distintas en torno a los múltiples agentes sociales que se encuentran y desencuentran en el mismo espacio. En tal sentido, se presentan tres ideas fuerza que permiten indagar sobre los modos situados en que las intervenciones con personas mayores se dan en el terreno comunitario. La primera está asociada a las maneras en que son pensadas las intervenciones (social, política, profesional, e interdisciplinariamente, entre otras), en segundo término, la idea de colectivización de las personas mayores como forma de analizar un proceso que tiene casi 100 años de existencia y, por último, la idea de territorio, que viene siendo una categoría en disputa en las ciencias sociales.
La idea de intervención tiene un derrotero asociado a la artificialidad, a la identificación de operaciones teórico – metodológicas y operativo – instrumentales que ameritan un profundo análisis. En tal sentido, se plantea que la intervención sucede a partir de determinada institucionalidad que así la habilita.
En relación con la institucionalidad, se dirá que la intervención se despliega a partir de determinado marco jurídico – normativo que habilita la generación de prácticas sociales de agentes individuales y colectivos con relación a otros que fueron definidos como protagonistas de una situación desventajosa. La misma situación, y en concordancia al marco jurídico – normativo que se utiliza, (de acuerdo con el tiempo histórico y a la formación social que se analice) será pensada como una situación de injusticia social o como un modo aleatorio de sufrimiento. En tal sentido, los idearios vinculados a la justicia social van a plantear tensiones en torno a la individuación frente a las contingencias o a la articulación socializada de las protecciones sociales.
La intervención en lo social se ubica como forma vinculada a la estatalidad de las prácticas, lo que supone una mirada genealógica de los modos en que fue construido el espacio / tiempo previsto para proteger, asistir y ampliar los límites de lo pensable, con grupos que el proyecto social vigente identificaba como objetivo de la política pública.
En esa línea argumentativa, se puede ubicar a los/as mayores asociados a los cuatro ejes sobre los que se produjo la política de vejez en Argentina (Danel, 2007): la atención social, la seguridad económica, la atención sanitaria y las políticas alimentarias. En cada uno de estos ejes, el objetivo estuvo asociado de manera cambiante entre personas mayores singularizadas y colectivizadas.
La polisemia de la categoría intervención se puede enlazar a la idea de intromisión, mediación, oficiosidad y a una multiplicidad de categorías que vienen a ilustrar la idea disruptiva de la misma. Las distintas profesiones del campo gerontológico (psicología, derecho, medicina, pedagogía, comunicación, etc.) están asociadas a la intervención, por lo que se entiende que las disputas se dan entre las formas de significarla. Un modo posible es desde el reconocimiento de la portación de un saber que permite generar en los otros ciertos comportamientos que les resultarían beneficiosos. Ahora bien, la disposición de herramientas teóricas, conceptuales y metodológicas no sería una condición suficiente (en sí misma) para clarificar la intervención, sino que se torna urgente explicitar quiénes son los otros y, como se ha mencionado en párrafos anteriores, cuál es la institucionalidad que permite o encuadra el desarrollo de la misma intervención.
En este punto, se plantea que la construcción de hegemonía viene siendo disputada desde hace varios años, pero se ha profundizado a partir del crecimiento del campo gerontológico. Se han se han hecho heterogéneos los perfiles profesionales que disputan en el campo, en la medida que el campo gerontológico acumula:
o prestigio académico;
o recursos estatales de los organismos efectores de políticas asistenciales y promocionales;
o financiamiento de las universidades y de las agencias de investigación.
Esta situación –novedosa- enriquece las prácticas que se desarrollan, las estrategias de acumulación que se disponen y los modos en que se generan estrategias de poder en el campo.
Volviendo a la idea de intervención social o profesional en el campo gerontológico, se plantea que puede ser analizada desde la concepción bourdieana de prácticas sociales, reconociendo su complejidad. ¿Cómo se estructuran las prácticas en el campo gerontológico? ¿Cuáles son los principios de dicha estructuración? ¿Las prácticas sociales sólo habilitan tendencias reproductoras? Según Bourdieu y Passeron (1970):
(...) el trabajo pedagógico tiende a reproducir las condiciones sociales de producción de esa arbitrariedad cultural, o sea, las estructuras objetivas de las que es producto, por mediación del habitus como principio generador de prácticas reproductoras de las estructuras objetivas. (73)
Las prácticas sociales en el campo en cuestión tienden a naturalizar cierta simbología asociada a la vejez, al rol del estado, a las acciones que deben generar quienes intervienen en el campo. Para la producción de rupturas es necesario crear instancias, momentos de reflexión con otros, a lo que Bourdieu denomina auto-socioanálisis.
Pero este trabajo de gestión de sus propias disposiciones no es posible sino al precio de un trabajo constante y metódico de explicitación. A falta de un análisis de esas determinaciones sutiles que operan a través de las disposiciones, uno se vuelve cómplice de la acción inconsciente de las disposiciones, la cual es, ella misma, cómplice del determinismo. (Bourdieu y Wacquant, 1992: 94)
En esta línea argumentativa se identifican las estrategias de colectivización de quienes sostienen intervenciones en el campo gerontológico: RedGeTS - Red de Docentes y Profesionales de Trabajo Social en el Campo Gerontológico –, redes de Universidades que desarrollan experiencias de Educación permanente para la tercera edad, Red Argentina de Comunicadores y Educadores con Adultos Mayores, etc. El encuentro por categoría profesional viene siendo una forma de afirmación identitaria, de estrategia colectiva por la consolidación disciplinar y de búsqueda de análisis crítico sobre las propias intervenciones.
Las prácticas sociales habilitan a la identificación de “la relación construida entre los dos modos de existencia de lo social: las estructuras sociales externas, lo social hecho cosas, plasmado en condiciones objetivas, y las estructuras sociales internalizadas, lo social hecho cuerpo, incorporado al agente” (Gutiérrez, 2006:16).
Se plantea que lo social hecho cosas y cuerpos, es vivido en tanto práctica social engendrada en el campo gerontológico. Los valores negativos asociados a las personas mayores (como cristalización de aquello a lo que no se desea llegar) se ponen en juego en “las cosas”: los dispositivos de atención, los recursos asignados en forma prioritaria a la atención médica tradicional, entre otras, y en lo social hecho cuerpo a partir de los modos de percibir, lo pensable, lo decible y lo deseable en torno a los/as viejos/as, por ejemplo, al generar dispositivos asamblearios en los que la palabra de las personas mayores no circula sino que se les cuentan las grandes proezas que se han generado para ellos.
Se visualizan, por un lado, tendencias en las que el envejecimiento es presentado como un problema, signado por fatalismos que lo reducen a experiencias de enfermedad y muerte. Esto genera respuestas medicalizantes, que condicionan a la institucionalidad desde donde se generan intervenciones. Por otra parte, y de forma simultánea, desde el Trabajo Social se enuncia la complejidad del proceso, con una clara posición en crear autonomía en sujetos protagonistas de la acción, a partir del desarrollo de intervenciones en la vida cotidiana de las personas mayores.
Las Intervenciones hacen visible lo rechazado, los cuerpos envejecidos que no responden a la estética del mercado. La intervención genera rupturas con las lógicas imperantes, al tramar transformaciones de la institucionalidad. Frente a las tendencias a universalizar las características del envejecimiento, el trabajo social viene fundando una fuerte mirada de la singularidad de este proceso, y especialmente expresa la diversidad y heterogeneidad del envejecer a partir de entender las motivaciones de este grupo. La intervención escenifica qué cuestiones los conmueven, qué los aglutina, qué organizaciones los representan, poniendo en palabras la singularidad de lo que ocurre en sus cuerpos y en su vida social.
Analizar desde las prácticas es observar un doble movimiento, o incluso más de un doble. Es comprender que se trabaja sobre situaciones instituidas e instituyentes. Y así preguntarse: ¿siempre resultan instituyentes las intervenciones que se despliegan en el campo gerontológico?, ¿se desea que sean instituyentes tales intervenciones?, ¿siempre es necesaria la ruptura con lo dado?
Recuperando los postulados de la escuela francesa en intervención institucional, se vuelve necesario delimitar cuáles son los analizadores institucionales que permiten dirimir las características, profundidades y texturas que tienen las intervenciones. Los analizadores permitirán bucear en los haceres, en las historias condensadas y en los consensos. Y esa búsqueda lleva a visualizar las certezas y los No (saberes que se van construyendo en la intervención). Los analistas institucionales plantean que lo que no se elabora se repite, por lo que urge tramitar, poner en palabras y discutir significados sobre las intervenciones que se desarrollan con personas mayores.
Uno de los consensos que existen en el campo es la transición entre el paradigma asilar al de derechos humanos. Ante el cual, la institucionalidad jurídica se presentaba auspiciosa[4], pero ¿es suficiente el marco normativo para visualizar cambios sustantivos? y ¿el marco jurídico actúa como único criterio de estructuración de las prácticas? Claramente, es necesario explorar otras dimensiones que operan en las intervenciones desarrolladas en el campo gerontológico.
En tal sentido, es necesario internarse en la cotidianeidad de la trama que sustenta las intervenciones. Considerando que el enfoque de derechos hegemonizó el diseño de las políticas públicas es oportuna la observancia sobre las prácticas. ¿Cómo es construido el sujeto envejeciente en las intervenciones de los diferentes profesionales? ¿En cada taller que se realiza con mayores, los profesionales tienen un conocimiento sustancial de estos marcos jurídicos? ¿Qué grado de transversalidad tiene la mirada gerontológica actual, en las intervenciones? Siguiendo a Tordó (2015), se ha puesto el acento en las transformaciones subjetivas de la persona mayor en el desarrollo de actividades educativas y poco se ha observado la práctica docente en sí misma. El ejemplo de las prácticas educativas permite ampliar la mirada sobre otros escenarios en los que poco se ha analizado sobre “los interventores”. En ese sentido, los trabajadores sociales tienen una ventaja sustancial en torno a la discusión sobre las prácticas interventivas. La producción teórica de los últimos años ha concentrado su análisis crítico sobre las intervenciones, por lo que generó un cúmulo de reflexiones que permite ser una referencia para otras disciplinas.
De esta manera, se plantea que la hegemonía interventiva la ejercen los/as trabajadores sociales, sobre todo a partir de la sanción de la Ley 27.072 por la cual se legitimó el ejercicio profesional. El espacio socio-profesional de los trabajadores sociales se instituyó desde los orígenes de la profesión, lo que ha implicado que la pericia y la resolución de las propias paradojas de la intervención sea un constante generacionalmente asumida. Por ello, es que se comparten los saberes del Trabajo Social con el resto de los perfiles que conforman el campo.
Las prácticas de intervención en el campo gerontológico, con relación a los agentes sociales -viejos/as - se pueden caracterizar:
- En tensión entre las tradiciones asilares y las perspectivas de DD.HH.
- Con un claro avance de las tendencias medicalizadoras de la vida social, en la que la búsqueda de convertir en terapéutica toda acción que se ofrezca hacia los/as mayores se encuentra a la orden del día. La idea de multi–estimulación aparece como una búsqueda presente en toda oferta novedosa, sea en dispositivos de atención o en ofertas disgregadas en el territorio.
- Con una valorización de las producciones culturales de los mayores, lo que genera el incremento de las ofertas comunicacionales, de eventos y otros formatos que permiten la difusión y consumo de las producciones.
- Con presencia de miradas estereotipadas sobre las políticas de cuidados que instan a replicar la obligatoriedad femenina. Un punto que destacar es la tensión presente entre la feminización del cuidado, la construcción de co-responsabilidad estatal–familiar y la valoración sobre la autodeterminación de las personas mayores.
- Cierta tendencia romántica en la mirada que se construye sobre los/as mayores por parte de quienes realizan tareas de corte promocional, lo que opera de modo desfavorable en el momento de valorar los aciertos y desaciertos de la tarea. La relación que se establece con las personas mayores debiera permitir el despliegue de acciones profesionales, considerando las contradicciones propias de toda práctica social.
Todas estas disputas están presentes en el desarrollo de las intervenciones en el campo gerontológico, con algunas resoluciones y otros tantos finales abiertos aún, que invitan a seguir pensando, proponiendo, e imaginando otras intervenciones posibles.
En Argentina, la participación grupal de los/as mayores se desarrolla a partir del siglo XX con la configuración de organizaciones de interacción social producto de ciertos procesos identificatorios (por ejemplo, la Sociedad de Socorros Mutuos se identifica por país de origen, por tipo de desempeño laboral, etc.) Por ello, se analiza desde las teorías relacionadas a la acción colectiva, en la que los procesos de identificación grupal actúan de manera propulsora de las mismas organizaciones.
Al situar la génesis de las organizaciones de mayores, se inicia la búsqueda analítica desde el concepto de entramado socio-cultural comprendido en términos de configuración. Tal concepto permite enfatizar "la noción de un marco compartido por actores enfrentados o distintos, de articulaciones complejas de la heterogeneidad social" (Grimson, 2011:172). Esta idea de configuración habilita reflexiones dinámicas, reconociendo heterogeneidades y modos simbólicos que se producen en el mundo social.
Varios autores (Honneth, 1997; Fraser, 2000) plantean un cambio sustancial en las formas de armado de la acción colectiva en términos de un cambio a la clásica idea de lucha de clases a luchas sectoriales. Esto generó una multiplicidad de discusiones teóricas y políticas tendientes a comprender los modos actuales de tramitación de la conflictividad social, lo que habilitó posturas fatídicas en torno al fin de la historia considerando que su motor (la clase obrera) había perdido capacidad de transformación, y otras que valorizaban la configuración de nuevos actores sociales. En esa línea, se puede analizar la historia de la acción colectiva de los/as mayores en Argentina. La nueva gramática de la acción colectiva, que señalan las ciencias sociales con fortaleza, supone cierto desplazamiento (desde la redistribución hacia el reconocimiento) y prácticas que tienden a la reificación, por lo que se genera cierta hibridación en los reclamos. Fraser (2000) plantea que las dinámicas de desplazamiento y reificación operan simplificando las identidades grupales, promoviendo el separatismo y la intolerancia. Si bien es un proceso, que claramente se puede identificar en los países centrales, se entiende que en el territorio próximo opera cierta escisión entre los actores colectivos que pugnan disputas por sus intereses.
La falta de reconocimiento como actor colectivo es pensada como una relación institucionalizada de subordinación social, lo cual es transmitido como valor cultural institucionalizado, y como efecto produce la falta de registro del estatus de pleno derecho.
¿Las personas mayores vienen ejerciendo un estatus pleno de derechos? ¿Los/as mayores vienen siendo pensados como actor político? ¿Las grupalizaciones de mayores son pensadas con valor exclusivamente recreativo? o ¿son pensados en términos de politicidad?
En esa misma línea, se recuperaron las investigaciones previas que se han realizado sobre la movilización de mayores (Paola, 2005, Hernández Soriano, 1999, Fassio, 2001; Huenchuan Navarro y Guzmán, 2003; Molina, 2008) en la que se destacan la pluralidad de experiencias a lo largo y ancho del país. Hernández Soriano señala el cambio entre el reclamo jurídico individual por el reajuste de los haberes a la constitución como actor colectivo demandando al estado por todos/as los jubilados. Este proceso que va del individuo al colectivo aparece como una constante en los estudios sobre la conformación y consolidación de la acción colectiva de los/as mayores, al tiempo que se incluyen debates en torno a la facilitación de procesos de integración social posibilitados desde la inclusión en espacios colectivos. No obstante, este pasaje del individuo al colectivo viene siendo más significado desde los beneficios que singularmente genera en cada persona mayor (sobre todo en la salud), que en la politicidad que supone la presencia de una organización colectiva en el territorio.
Al mismo tiempo, surge en los estudios aludidos, cierta preeminencia urbana en el desarrollo de los mismos lo que genera interrogantes sobre los modos de resolver la socialidad de los/as mayores en espacios rurales.
Molina (2008) plantea que la participación social es una promesa incumplida. De esta manera, se impugna el discurso político – académico que convoca a la participación, pero restringe los modos de desarrollarla. En esa investigación, lo que se pone en acento es la participación en tanto individuos asociados a promotores comunitarios, una vez más descentrando la presencia colectiva.
En relación a los estudios efectuados con anterioridad, se pueden sintetizar los siguientes hallazgos:
- La participación social de los/as mayores es una actividad creciente en las últimas tres décadas en este país.
- La participación viene siendo impulsada por el estado desde la conformación de los primeros Consejos municipales al reedición y fundación de los Consejos Nacionales (del Ministerio de Desarrollo Social y del INSSJyP).
- Los significados asociados a la grupalización de los/as mayores son disímiles entre los agentes sociales que impulsan la misma. Por un lado, se distingue cierta asociación a los efectos subjetivos del encuentro con otros con beneficio exclusivo de la participación, y por otro, una exaltación de la configuración como actor político definiendo los recursos y las acciones sobre políticas de vejez.
- La heterogeneidad presente entre el colectivo de mayores es un dato que aún no ha sido estudiado con profundidad, sobre todo en los modos de participación diferenciales en torno a las trayectorias previas de participación.
- Las personas mayores que actualmente actúan como dirigentes pertenecen generacionalmente a quienes actuaron laboralmente desde la década de los 40 en adelante, lo que marca un tipo de vinculación a la politicidad y la acción pública particular.
- Siguiendo a Millán, se plantea que “La noción de acción colectiva sirve para interrogarse por la producción de la reunión humana para la beligerancia social. El contar con recursos, tener buenas oportunidades políticas o la constitución de una identidad social son las explicaciones básicas de la acción colectiva” (2011:11). En tal sentido, se entiende que la participación de mayores con un claro impulso estatal promete una conformación activa, disputando los derechos adquiridos, y proponiendo modos diferenciados de ocupación del espacio. La beligerancia es constitutiva de la acción pública lo que propone una mirada atenta sobre los modos de tramitación conflictual.
- El desarrollo estatal, en aras de transparentar el uso de recursos públicos, viene proponiendo a las organizaciones de mayores (especialmente a los centros de jubilados y pensionados) la gestión de recursos sociales, asistenciales, que los instalan en tanto efectores comunitarios.
- Esta ocupación en la red pública de gestión y asignación de recursos, en la figura de efector comunitario, insta a reflexionar sobre: las competencias que desarrollan los dirigentes en torno al manejo de recursos, a la realización de rendiciones, a la búsqueda de docentes para desarrollar talleres, a los procesos de democratización que se vienen encarando en vistas a lograr organizaciones más plenas. ¿El estado en general, y los profesionales del campo gerontológico en particular, acompañan procesos democratizadores?
- La democratización de las organizaciones como clave central en la agenda de “los pendientes”.
Estas ideas invitan a seguir debatiendo el modo en que las ciencias sociales han mirado, interrogado y analizado la acción colectiva de las personas mayores.
La territorialidad se constituye en una noción presente en las argumentaciones teórico- metodológicas de la intervención. La misma amerita ser analizada, decodificada y desentrañada en pos de visualizar la complejidad que condensa, y las coordenadas disímiles que se ponen en juego en su conceptualización.
En primer término, se retoma la idea de dimensión espacial, que al mismo tiempo interpela en la refutación hacia las teorías que entienden posible estudiar ciertos fenómenos y posteriormente ver su inscripción en el espacio. Se piensa al espacio desde la materialidad y la dimensión simbólica (Catenazzi y Da Representacao, 2009: 119). Un espacio que asume particularidades del territorio por la apropiación y autorreferencia, es decir, por procesos de identificación colectiva y modos de transitar heterogéneos al espacio urbano.
En tal sentido, se comparte, con otros autores, la evidencia incuestionable de que el espacio de las ciudades contemporáneas no es homogéneo o indiferenciado. El desarrollo habitacional (viviendas) y el desarrollo de infraestructuras y servicios públicos no se brindan de manera homogénea a todos los habitantes de una ciudad, al tiempo que la diversidad no es contemplada en el diseño de la obra pública ni el transporte. Operan experiencias de proximidad o distanciamientos entre grupos sociales situados en el espacio urbano, que pueden ser analizados desde la cuestión de segregación socio-espacial (Sabatini, Cáceres y Cerda, 2001). Esto hace que se correlacione un grupo social (que puede ser definido en distintos atributos, en este caso la clase y la edad) con un determinado sector de la ciudad. Con esta idea de homogeneidad / heterogeneidad en el uso y apropiación de la ciudad se impone la necesidad de pensar en clave de accesibilidad, ya que la producción segregada de servicios y los sentidos asociados a tales prácticas se tornan centrales a la hora de pensar desde la intervención.
En Argentina, un 95 % de las personas mayores residen en ámbitos urbanos, en ciudades que cuentan con organismos y servicios de la seguridad social (Oddone, 2011). Sin embargo, las personas mayores frecuentemente enfrentan procesos segregatorios a la hora de efectivizar su derecho a la ciudad, a los servicios a la salud, al transporte público, a la colectivización, etc.
Al mismo tiempo, surge un interrogante intenso, ¿la proximidad espacial a los servicios atenúa las distancias sociales? El espacio social, en tanto dimensión material y simbólica, construye límites artificiales/arbitrarios que operan como forma de segregación que supera y excede la materialidad del acceso. En el desarrollo de experiencias recientes de intervención profesional en asentamientos y villas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se puede concluir que, si bien existe proximidad espacial a servicios y se cuenta con transporte público, la segregación se refuerza permanentemente por las prácticas sociales cristalizadas en las instituciones. El estigma de ser “viejo y villero” se hace presente en la producción de servicios sociales. Segregación acumulada que articula las variables de edad, espacio y etnia como modo distintivo de expulsión. La tensión barrio – villa opera como forma de diferenciación y acumulación de desventajas.
¿Cómo se aborda la segregación social? ¿Qué cuestiones se tramitan en la intervención gerontológica? Y allí surge una señal de atención, ya que no se debe esencializar los atributos de la territorialidad. En el territorio, espacio significativo a las prácticas sociales de adscripción identitaria, se desarrollan relaciones socio-políticas que amplían o restringen ciudadanía. Ignacio Lewcotivtz (2004) alertaba hace unos años que se debía ser precavidos cuando se planteaban las intervenciones en clave de abordaje, es decir, tal cuento de piratas que “bajan” al territorio con los fines de identificar necesidades (desde la mirada de producir sujetos de asistencia) y creer que su claridad puede “echar luz” a los procesos y ordenarlos de una vez y para siempre. La complejidad es constitutiva de la intervención y fundamentalmente de la producción social del espacio urbano.
La perspectiva de la comunidad resulta confrontada con la perspectiva individual, al generar una tensión que no encuentra resolución y determina la convivencia de ambas concepciones. Del mismo modo, la lógica de las redes comunitarias, o redes sociales, entendidas como estrategias colectivas aptas para la resolución de problemas comunes, se diferencia de la lógica del individualismo, entendido como la característica fundamental de la ciudadanía de la modernidad (…) (Castronovo, 2012:79)
Los sujetos envejecen en forma heterogénea, por lo que son múltiples las vejeces. Se trata de un proceso diferente al interior de una región, de un país, de una ciudad, aun en una misma organización las personas mayores transitan esta etapa de la vida con características diferenciales.
Se piensa la profesión, no solo en el "hacer", en la fase de ejecución de las políticas públicas sino con aportes en todo el proceso de producción de la política gerontológica y también en los ajustes necesarios durante el desarrollo de estas, a la luz de las intervenciones posibles en el acontecer de las organizaciones.
Esta investigación propone una mirada estructural y simultáneamente centrada en la singularidad. Las intervenciones que se desarrollan, enlazan una mirada que articula el campo gerontológico con los derechos sociales, en clave de ciudadanía. Desde estas prácticas, se acude con frecuencia al marco jurídico, a la vigencia del derecho a la salud, a la asistencia, a los medicamentos, a la ciudad, a la participación. Y se escenifican las paradojas que se hacen presentes en sociedades desiguales que tramitan de manera diferencial los modos de envejecimiento y las expectativas colectivas que se construyen sobre los derechos de los/as viejos/as.
Las ideas desplegadas en el presente trabajo han buscado tramar preocupaciones en torno a las ideas hegemonizadas de vejez, y consecuentemente de la grupalidad. Al mismo tiempo, se recorrió un trayecto analítico en torno a los procesos de producción social del territorio, las disputas inmanentes en el mismo y las complejidades de ocupación de los espacios en clave de regímenes de visualización.
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[1] Paula Mara Danel, Dra. En Trabajo Social, Investigadora Conicet con lugar de trabajo en el Instituto de Estudios de Trabajo Social y Sociedad de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP danelpaula@hotmail.com
[2] Proyecto dirigido por Claudia Tello y la Dra. Paula Danel.
[3] Proyecto dirigido por la Dra. Paula Mara Danel y codirigido por la Dra. Marcela Velurtas.
[4] Lo que se puede apreciar a través de las siguientes instancias: la Convención Interamericana de derechos de las personas mayores, (OEA 2015); la Asambleas Mundiales de Envejecimiento (1982 y 2002); la Ley de Salud Mental, Ley 26.657; la Convención de Derechos de las personas con Discapacidad (ONU 2007); y las leyes de movilidad jubilatoria y de inclusión previsional. Para el caso argentino, esta situación auspiciosa encontró a partir de la gobernación de la Alianza Cambiemos, un retroceso jurídico y en la estructuración de la seguridad social (Ley 27.260 de Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados).