TENSIONES SOCIOESPACIALES DESDE LA MIRADA FOTOGRÁFICA. OBSERVACIÓN Y COMPRENSION CRÍTICA DESDE ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS DE TRABAJO SOCIAL
Socio-spactal conflict from photographic perspective. Observation and critical understanding from Social Work degree’ students.
Magdalena Troncoso del Río[1]
Eduardo Canteros Gormaz[2]
Recibido: 26/12/19
Aceptado: 08/04/20
A partir de la articulación de un proyecto de investigación con una asignatura optativa del pregrado del Departamento de Trabajo Social en la UAH, donde se abordan fenómenos urbanos desde una perspectiva social, se convocó a las y los estudiantes a observar, describir y mostrar tensiones sociales que se manifiestan en el espacio urbano de la ciudad de Santiago, intencionando el uso de la fotografía como herramienta de indagación. Los hallazgos de este ejercicio están asociados a cómo y desde dónde las y los estudiantes construyeron las tensiones socioespaciales (desde su vida cotidiana identifican desigualdades y usos contravenidos del espacio urbano); de qué manera la herramienta fotográfica colabora en el análisis espacial (esta ayuda a ver elementos no relevados a primera vista y a la vez genera cuestionamientos éticos); y, finalmente, cómo los conflictos urbanos pueden ser abordados desde un pensamiento crítico en miras a la transformación, en tanto en un trabajo desde los habitantes/usuarios de la ciudad, se pueden modificar usos y calidad de los espacios urbanos. Con este artículo se espera contribuir en tres líneas: en primer lugar, a discutir sobre la conceptualización de tensiones socioespaciales desde estudiantes universitarios; en segundo lugar, a la utilización de la fotografía como herramienta de análisis espacial; y finalmente, a la vinculación entre pensamiento crítico, análisis socioespacial y transformación.
Palabras clave
Tensión socioespacial; fotografía; análisis espacial; pensamiento crítico
Abstract
From the articulation of a research project with an optional subject of the undergraduate degree of the Department of Social Work in the UAH, where urban phenomena are addressed from a social perspective, students were called to observe, describe and show social tensions that are manifested in the urban space of the city of Santiago, intending the use of photography as an investigative tool. The findings of this exercise are associated with how and from where the students constructed the socio-spatial tensions (from their daily life they identify inequalities and contravened uses of urban space); how the photographic tool collaborates in spatial analysis (this helps to see elements not revealed at first sight and at the same time generates ethical questions); and, finally, how urban conflicts can be addressed from a critical thinking in view of transformation, as in a work from the inhabitants/users of the city, uses and quality of urban spaces can be modified. With this article we hope to contribute in three lines: firstly, to discuss the conceptualization of socio-spatial tensions from university students; secondly, to the use of photography as a tool for spatial analysis; and finally, to the link between critical thinking, socio-spatial analysis and transformation.
Key words
Socio-spatial tension, photography, spatial analysis, critical thinking
Cómo citar
Troncoso, M. & Canteros, E. (2019). Tensiones socioespaciales desde la mirada fotográfica. Observación y comprensión crítica desde estudiantes universitarios de Trabajo Social. Intervención, 9(2), 102-127.
1. Introducción
Santiago, como cualquier ciudad capital, vive en una dinámica de cambios acelerados que produce y/o profundiza injusticias, conflictos y tensiones socioespaciales. En sus calles se viven altos niveles de segregación (Rodríguez & Arriagada, 2004), problemas de contaminación atmosférica (Lizana, 2003), destrucción de barrios tradicionales por el avance inmobiliario (Valencia, 2015), así como la acogida, a veces controvertida, de población migrante (Imilan, Márquez y Stefoni, 2016).
Si bien muchos de estos temas han sido relevados desde hace tiempo en el debate académico, el cómo medirlos y cómo mostrarlos sigue siendo objeto de discusión. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en el debate en torno a la medición de la segregación residencial (Ruiz-Tagle y López, 2014), o en la medición de áreas verdes por habitante comunal y/o nivel socioeconómico (Reyes y Figueroa, 2010). La discusión que implica el cómo medir y describir los conflictos dentro de la ciudad, plantea a su vez un debate en la comprensión de éstos, no solo por la dificultad que conlleva la definición del conflicto sino también porque su manifestación va cambiando en el tiempo.
El proyecto de investigación “Tensiones socioespaciales de la ciudad de Santiago: una aproximación a través de metodologías visuales”, se aproximó a estas discusiones, poniendo su foco en el reconocimiento, relato y análisis de situaciones que generan tensión al interior de la ciudad. Para ello indagó desde herramientas visuales (fotografía) que pudieran ser un aporte en la descripción, visualización y análisis de las tensiones socioespaciales. De esta manera, a través de la vinculación con un espacio de formación con estudiantes de la carrera de Trabajo Social de la Universidad Alberto Hurtado, donde por medio de observaciones guiadas, ejercicios de observación autónoma y discusión conceptual, se buscó identificar, describir y analizar tensiones socioespaciales utilizando la fotografía como herramienta.
Este artículo destaca hallazgos de dicho proyecto en al menos tres dimensiones: en primer lugar, describe qué y desde dónde los estudiantes reconocen tensiones socioespaciales; en segundo lugar, qué aporta la herramienta fotográfica en esta búsqueda y relato; y finalmente, cómo se comprende tensión socioespacial a la luz de un pensamiento crítico que devela un horizonte de transformación social.
2. Marco teórico
Como hemos planteado, la identificación, comprensión y análisis de los fenómenos sociales es una labor ardua, que ha sido parte del surgimiento y conformación de las Ciencias Sociales, alimentando nutritivas controversias que en el actual escenario social desafían dada la complejidad y mayor dinamismo de las sociedades contemporáneas.
Este artículo se sitúa en dicho contexto, y discute a continuación los principales conceptos que estuvieron en juego en la investigación realizada: el concepto y parámetro de la justicia espacial que sirvió de telón de fondo; los elementos que están a la base de la determinación y comprensión de una tensión socio espacial; los aportes y límites en el uso de la fotografía como herramienta de investigación social; y finalmente las discusiones en torno al análisis crítico y el trabajo social.
Discutir la justicia social en el contexto espacial y urbano, nos remite a autores como Henry Lefebvre, David Harvey y Edward Soja. Para Lefebvre, el espacio tiene una relación recíproca con lo social, de tal manera que se reproducen mutuamente. En su clásico texto La Producción del Espacio ([1974] 2013) plantea que cada sociedad produce un espacio, “su” espacio; cada ciudad posee su propia práctica espacial, forja su espacio propio, es decir, su espacio apropiado, asignando lugares para las relaciones sociales de reproducción y las relaciones de producción.
El mismo autor plantea el concepto de políticas del espacio, que para Astudillo y Sandoval (2019), siguiendo a Lefebvre
“incorpora, por una parte, un amplio espectro de cuestiones espaciales que van desde la problematización en torno al diseño y la planificación de lo territorial en sus dimensiones materiales, financieras y espaciotemporales [y] a su vez, rescata las posibilidades de agenciamiento y contestación de los ´usuarios` frente a las consecuencias concretas de aquellas intervenciones políticas en el espacio que producen desigualdades y jerarquías, materializadas en asimetrías espaciales de poder entre centros y periferias a nivel urbano y regional” (306).
David Harvey, por su parte, comparte con Lefebvre la relación de reciprocidad entre la producción del espacio y de las prácticas sociales, acentuando el análisis del capital en esta mutua reproducción, dominada por los grupos e instituciones que gobiernan la sociedad. En su clásico libro Urbanismo y Desigualdad Social ([1977] 2016), entre otras cosas, plantea que el espacio refleja la ideología dominante, lo que lleva en la presente época a la superposición del ´espacio creado` desde el capital por sobre el espacio verdadero. De esta manera “el espacio creado es parte integrante de un intrincado proceso de signos que proporciona una orientación y un significado a la vida cotidiana dentro de la cultura urbana” (Harvey, 2016: 326), reflejando y afectando las relaciones sociales.
Finalmente, es Edward Soja quien entra de lleno al giro espacial de la justicia, planteando que ésta se encuentra inscrita “en la espacialidad y las geografías pluriescalares en que vivimos, desde el espacio del cuerpo y el hogar, pasando por las ciudades, las regiones y los Estados naciones, hasta la escala global” (Soja, 2016: 101). De esta forma, el autor explicita el énfasis espacial de la justicia e injusticia, lo que conlleva la justa distribución espacial de los recursos socialmente valorados y las posibilidades de utilizarlos o no (Soja, 2016). El mismo autor plantea que si bien la total justicia espacial aparece como ‘meta imposible de lograr’ es a su vez “una fuerza movilizadora para nuevos movimientos sociales y coaliciones que abarcan todo el espectro político y, más allá de lo social y lo económico, extienden el concepto de justicia a nuevas formas de lucha y activismo” (103). Éstas tienen que hacer frente a una poderosa ´organización política del espacio` que promueve la creación de ´estructuras espaciales de privilegio`; así, en todas las escalas, el espacio está “lleno de política y privilegio, ideologías y choques culturales, ideales utópicos y distopías de opresión, justicia e injusticia, poder opresivo y la posibilidad de emancipación” (Soja, 2010:103).
En síntesis, contextualizar el ejercicio de la identificación y descripción de una tensión socioespacial en el marco de la justicia espacial dice relación con enfocar la mirada hacia los recursos y oportunidades sociales que genera y reproduce -o no- el espacio y la ciudad en particular, y que los habitantes, en tanto agentes que habitan y se apropian de la ciudad, buscan reproducir, resistir o cambiar.
Como planteamos anteriormente, Santiago es una ciudad que acoge y da vida a una serie de situaciones de injusticia espacial, frente a las cuales las ciencias sociales hacen un intento por identificar, comprender, describir y/o explicar. Esto no solo con la intención de indicarlas, sino también algunas veces como parte de un intento por realizar acciones articuladas que busquen modificar la situación en pos de mayor justicia espacial y social.
Pero la ciudad y sus conflictos son, en alguna dimensión, difíciles de observar. Nuestra inmersión cotidiana en los ritmos de la vida urbana, calles, trayectos y recorridos, pueden tener el efecto de naturalizar e invisibilizar aspectos de la urbe. Así, para algunos hay conflictos evidentes y urgentes de abordar, mientras que, para otros, los conflictos y tensiones serán diferentes, pudiendo también percibirse como inexistentes.
En este sentido, la tensión socioespacial es una construcción entre la mirada y la narrativa que tenemos de ésta; de las fuerzas, actores y escenarios que la conforman. Hay un cierto nivel de acuerdo al identificar y abordar una tensión socioespacial, el que no se constituye en un consenso definitorio, sino más bien, como plantea Samson (2016), contribuye a un movimiento de apertura comprensiva, que va más allá de un punto de vista individual. Esta es una tarea relevante para las ciencias sociales; ofrecer lecturas que permitan identificar, comprender y analizar fenómenos, conflictos y/o tensiones.
La mirada que tengamos como cientistas sociales es a la vez una dificultad y desafío. Tal como plantea Espoz (2009), la lectura que hacemos de la realidad de las ciudades latinoamericanas va siempre acompañada de una narrativa de “desarrollo caótico,” cuyo punto de vista suele estar condicionado social y culturalmente, interpelándonos a hacer ‘esfuerzos’ por desnaturalizar y movilizar nuestra forma de ‘ser y estar’ en aquella mirada.
Estos esfuerzos por desnaturalizar la mirada que el/la habitante tiene sobre la ciudad, apuntan a la búsqueda por complementar la actitud blasee de la que hablaba Simmel ([1903] 2005) a principio del siglo XX, donde sería necesario no solo mantener un andar insensible y calculado, sino también abierto a detectar los aspectos conflictivos de la urbe. En este sentido, el esfuerzo en la mirada se asocia a un cientista social capaz de detenerse, mirar y resaltar desde un contexto urbano heterogéneo, las situaciones conflictivas o controversiales.
Para Gallastegui-Vega y otros (2018), el pensar una lectura de la ciudad desde el/la habitante, dice relación con un giro en la geografía urbana -destacado por Lindon- que pone el acento en el/la habitante en tanto sujeto, lo que significa pasar del individuo o del parámetro de la población que radica en la ciudad, al “’actuar de los sujetos’ en la ciudad, lo que incluye poner el acento en las prácticas espaciales, en el ‘hablar de la ciudad’, hablar de sus fragmentos y hablar acerca de lo que se hace en la ciudad” (Gallastegui-Vega y otros, 2018: 33).
Pensar la mirada de la ciudad desde el/la sujeto/a habitante, enfrenta la dificultad y desafío que implica la amplia heterogeneidad en las acciones de los sujetos y sus prácticas en el espacio urbano. Esto se agudiza en las grandes urbes y en las ciudades capitales como Santiago, con casi siete millones de habitantes. A modo de ejemplo, según el Índice de Calidad de Vida Urbana en Comunas y Ciudades de Chile (IEUT, 2018), en Santiago conviven las comunas con la más alta calidad de vida del país -como Providencia, Las Condes, Vitacura- con comunas del grupo con peores índices de calidad de vida -tales como La Pintana, Pedro Aguirre Cerda o Cerro Navia-.
Si bien esta diferencia entre las comunas de la ciudad de Santiago en primera instancia puede facilitar la evidencia de conflictos o tensiones urbanas, también dificulta la mirada sobre cuáles son los parámetros para decir que algo es conflictivo o que genera injusticia o tensión, criterios que pueden ir cambiando de ciudad a ciudad, e incluso al interior de una misma ciudad.
Entonces, dado que las situaciones de conflicto muchas veces no son evidentes para todos, la tensión socioespacial aparece como una convención a construir por el observador/narrador, pudiendo ser evidente para algunos y/o una escena donde sería necesario forzar y ampliar la mirada para otros.
Por esta razón, la fotografía aparece como herramienta relevante al momento de construir la narrativa de lo que se reconoce como tensión dentro de la ciudad.
La fotografía en la investigación social aparece de manera estricta como una técnica de indagación, pero también como una herramienta más compleja de descripción de la realidad. En línea con lo planteado por Jelin (2012), el uso de la cámara y la fotografía en la investigación social viene a complementar el uso privilegiado de la palabra hablada o escrita, e “implica no solo analizar imágenes socialmente producidas, sino intervenir produciendo imágenes; es decir, usar imágenes para estimular a los actores sociales a construir y transmitir el sentido de su práctica” (56).
El sentido de las prácticas dice relación con invitar a los sujetos parte de la investigación en producir sus propias imágenes, pero también puede ser entendida como la práctica del investigador al intentar aprehender la sociedad o la ciudad a través de las imágenes fotográficas. La fotografía aparece, así como una interpretación, acogiendo múltiples miradas, en las cuales se decide qué enfocar, qué mostrar, e incluso, qué actores e interacciones específicamente plasmar en la imagen. La fotografía no intenta ser una copia de la realidad, “sino más bien una interpretación de la sociedad de su época, en sus dimensiones abigarradas y conflictivas” (Rivera Cusicanqui, 2015: 74).
Si bien el esfuerzo narrativo asociado a la escritura también habla de un sujeto que está detrás del texto, el ejercicio de la fotografía y de la producción de ésta lo hace más evidente; la fotografía habla al menos de lo fotografiado y de quien captura la imagen. La selección y el encuadre, el proceso posterior de elección de la fotografía utilizada, permiten reflexionar acerca de quién está detrás del disparo. Si el objetivo es identificar y relatar tensiones socioespaciales -lo que aborda la investigación-, surgen entonces preguntas acerca de si en la fotografía obtenida aparece con claridad lo que se quería mostrar, si acaso se resalta lo observado y la intención en el momento de sacar la fotografía, y cuán exhaustivo es el uso de esta herramienta para los fines planteados.
Otro elemento con el que tiene que discutir la fotografía es sobre la objetividad. Si bien el encuadre habla de la arbitrariedad de quien captura una imagen, también la imagen carga con la idea de que ésta ‘habla más que cien palabras’. En este sentido la fotografía no representa directamente una realidad, sino que “capta un momento, pero, además, no desde un lugar objetivo y neutro, sino desde el lugar, la mirada y la selección hecha por el (la) fotógrafo(a), desde su punto de vista” (Jelin, 2012: 57).
El uso de la fotografía en la investigación social tiene que discutir también sobre cómo utilizará el ‘recurso fotográfico’; si acaso éste hablará por sí solo, o si será utilizado como ejemplo o reflejo de las palabras que anteceden o preceden. Reflexionar también sobre la posibilidad de leer imágenes disponibles, imágenes captadas por el investigador, o imágenes captadas por los sujetos de la investigación. Todos, caminos que abren nuevas opciones de interpretación.
Para Bonetto (2016) la imagen se caracteriza por entregar “una lectura holística, detallada y compleja del fenómeno bajo estudio” (80). A su vez, “el análisis de la imagen permite dar cuenta de distintos significados que le otorga el observador y el sujeto observado, tanto desde el lugar de productor como de receptor de las imágenes” (80). De este modo, para la investigación en ciencias sociales, la imagen “se caracteriza por permitirnos descubrir y describir la realidad de cierto modo” (80), captando el fenómeno observado en cierto contexto y profundizando el análisis reflexivo, interpretativo y crítico.
Invitar a estudiantes a identificar y relatar tensiones socioespaciales a través de la fotografía pone en cuestión la dimensión de la mirada y la objetividad, del diálogo de la fotografía con otras herramientas y técnicas de las ciencias sociales, y de la fotografía como un proceso comunicativo, producto de una lectura holística.
Diversos autores han descrito el pensamiento crítico como un elemento central de la educación superior para toda disciplina académica, y en particular para el Trabajo Social, se ha enfatizado la necesidad de su desarrollo en pos de abordar críticamente la práctica profesional y las complejidades inherentes de su quehacer, dedicado al bienestar (Samson, 2016). Desde este marco hay por tanto una intención; como plantea Gambrill (2013) el pensamiento crítico en el Trabajo Social es intencional, y su objetivo se dirige a un horizonte de transformación asociado a mejorar las condiciones y calidad de vida de las y los sujetos sociales (Samson, 2016).
Como hemos planteado, tanto en la construcción de lo que es una tensión socioespacial, así como detrás del ejercicio fotográfico, hay una interpretación del entorno, donde justamente se busca mostrar algo, destacarlo sobre el fondo. Esta intención puesta como horizonte movilizador, está en el marco de un pensamiento crítico que, como plantea Mathias (2015), arroja luz sobre propósitos, fenómenos, tensiones y conflictos únicos en el contexto y campo profesional.
Por tanto, desde el Trabajo Social el pensamiento crítico, junto con implicar “discriminar la excesiva información disponible y decidir cómo actuar en diferentes y cambiantes contextos” (Minte-Münzenmayer & Ibagón-Martín, 2017: 189), permite iluminar y visualizar las diversas dimensiones y complejidades de los fenómenos y tensiones que se abordan.
Esto se alinea con la idea de crítica propia del Trabajo Social, tanto en su enseñanza como en su quehacer profesional, donde los conceptos de transformación e intervención social movilizan miradas, preguntas, acciones, decisiones y reflexiones, pues “la transformación de una sociedad atraviesa todas y cada una de las condensaciones que como instituciones van dando forma y contenido a la configuración de esa misma sociedad; las tensiones son inherentes a los procesos sociales, no excepción” (Cazzaniga, 2005:127).
En este sentido, el pensamiento crítico permite la construcción de una narrativa que destaque algo por sobre otras cosas, y que en este caso dé cuenta de un criterio de la justicia espacial al analizar una tensión socioespacial de la ciudad. Destaca en dicho marco el acento en las relaciones sociales, en las y los sujetos y comunidades, adentro de la disciplina (IFSW, 2019), en cuya definición identitaria el concepto de intervención[3] juega un rol central (Saavedra, 2015).
Muñoz (2015) ve al concepto de intervención como una diada, planteando que en éste pueden caber intenciones de control y dominación, pero que también puede dar paso a un proyecto emancipador donde se puedan “descentralizar y desnaturalizar racionalidades y prácticas cotidianas que refuercen la opresión” (269). En otras palabras, la intervención social desde el Trabajo Social implica la lectura intencionada de la realidad, cuya teleología constituye un horizonte ético, político e histórico.
Para Gómez (2017), el ejercicio de la crítica, “cuando se ejerce desde el pensamiento, encierra un alto grado de lucha por una verdad y se sustenta en ideas, evidencias y métodos que, a su vez, producen un sinnúmero de literatura que intenta explicar el mundo en el que vivimos” (122). La autora reconoce al menos tres formas de entender la crítica: liberal, marxista y decolonial, las cuales, si bien son una plataforma amplia de entender el ejercicio de la crítica, tienen alcances diferentes, y se han construido en momentos históricos diferentes.
En particular, para el Trabajo Social, la autora plantea que
“se avienta en el siglo XXI a identificar, resignificar y descolonizar las categorías que han sido soporte de la profesión: desarrollo, bienestar, democracia, investigación, etc. Igualmente, se dispone a conocer los sentidos de vida sustanciales a muchos grupos poblacionales, sus contextos de vida territorial […] a aprender de los ámbitos existenciales en que sustentan sus modos de vida y sus escenarios de lucha social, tanto como las contradicciones planteadas con el sistema moderno colonial y las propuestas de vida o de re-existencia a través de los siglos de colonización y colonialidad (Gómez et al., 2014)” (Gómez, 2017: 136).
En síntesis, para esta investigación entendemos pensamiento crítico como la lectura intencionada de la realidad, que destaca posibilidades y fisuras para la transformación y posible intervención, y que pone en tensión diferentes categorías como justicia, bienestar, democracia.
3. Metodología
Este artículo da cuenta de los resultados de un proyecto de investigación de la línea de políticas sociales y territorio del Departamento de Trabajo Social de la UAH. Se realizó en alianza con el curso Optativo de Profundización II: Ciudad, Movilidad y Modos de Vida[4] de la formación de pregrado, buscando contribuir tanto al desarrollo de la investigación de la unidad académica como a potenciar el espacio de enseñanza-aprendizaje de esta línea formativa.
En términos metodológicos se desarrolló una investigación cualitativa que buscó, a través del trabajo desarrollado por los estudiantes en diversas instancias del curso, y en particular en el producto final de éste, reconocer de manera inductiva las tensiones socioespaciales por ellos y ellas definidas. Para esto se encargó a las y los estudiantes tres tareas: reconocer y describir una tensión socioespacial, usar la fotografía dentro de la investigación que realizaran, y analizar la tensión socioespacial reconocida a la luz de los conceptos de intervención y transformación social.
El uso de la fotografía, y en particular en base a la utilización de sus teléfonos móviles, se inscribe en un tipo de investigación basada para DeBerry-Spencer y otros (2019) “en el micro-nivel de la vida cotidiana, la cual se circunscribe en las circunstancias y experiencias locales, y es un acercamiento que provee un camino más activo y visible de participación [de la población participante]” (81).
El análisis realizado fue de contenido temático deductivo, las categorías de texto fueron previamente establecidas y construidas mediante referentes teóricos, y la unidad de análisis se centró en los documentos finales entregados por las y los estudiantes (Díaz, 2017).
En la investigación desarrollada por los autores, se incorporó el trabajo desarrollado de manera libre por tres equipos de estudiantes. Los títulos de los trabajos fueron los siguientes:
T1 |
Vertederos ilegales en el contexto socio urbano: la conformación de vertederos ilegales en zonas residenciales de la ciudad; La Pintana y Pudahue |
T2 |
Comercio callejero no autorizado en la ciudad: una aproximación desde el Trabajo Social. Estaciones de metro del centro de la ciudad; Los Héroes, La Moneda e Irarrázaval |
T3 |
Apropiación de diferentes actores, uso y desigual distribución de áreas verdes en espacios públicos en comunas de la ciudad de Santiago; Providencia, Cerro Navia y Maipú. |
Cada equipo tuvo libertad de elección de la tensión socioespacial a analizar, y de la localización de ésta en el espacio urbano, decisiones que manifestaron como tendencia sus recorridos cotidianos y espacios de saber cómo ciudadanos de la ciudad de Santiago de Chile.
Las tensiones se espacializaron como muestra el mapa a continuación:
Figura 1
(Fuente: Elaboración propia en base a plataforma Google Earth).
Las fotografías registradas por los primeros dos equipos (T1 y T2) fueron 30 imágenes en cada uno. El tercer equipo (T3) tomó más de 120 fotografías, las que trabajó como series de imágenes, distribuidas homogéneamente entre los tres sectores escogidos.
4. Hallazgos y discusión
Los resultados del estudio se presentan en torno a tres categorías: cómo y desde dónde es definida la tensión socioespacial relevada; la herramienta fotográfica utilizada, sus potencialidades y límites; y finalmente, la tensión socioespacial desde la discusión en torno al Trabajo Social.
Cada uno de los equipos de trabajo identifica, reconoce y aborda una tensión socioespacial particular situada en la ciudad de Santiago de Chile. Éstas corresponden a: la conformación de vertederos ilegales en zonas residenciales de la ciudad; el comercio callejero no autorizado fuera de tres estaciones de metro del centro de la ciudad; el uso, la apropiación y la desigual distribución de áreas verdes en espacios públicos de la ciudad de Santiago.
Cabe destacar que los grupos definen la tensión como un resultado de la relación entre una parte de la estructura urbana (el metro, los espacios eriazos convertidos en basurales o las áreas verdes públicas) y la manera en cómo las personas/habitantes de la ciudad conviven o afrontan dicha estructura. La tensión no sería una situación determinada “por definición”, sino más bien una relación donde las personas traducen o se vinculan con el entorno;
Fotografía 1
(Autores: Soledad Aghemio, Constanza Gómez, Marcelo Larenas, Daniela Sánchez, Francisca Padilla)
Fotografía 2
(Autores: Macarena Amigo, Virginia Salazar y Valeria Molina)
“La tensión socio espacial que se escoge a abordar por el grupo de trabajo consiste en la conformación de vertederos ilegales en la ciudad de Santiago. Se problematiza como una tensión ya que […] estos vertederos dentro de la ciudad repercuten negativamente en los sujetos que se ven obligados a convivir en un medioambiente insalubre que genera una multiplicidad de consecuencias nefastas para su vida cotidiana” (T1: 2).
“A través de este trabajo de investigación se observará el comercio callejero no autorizado fuera de las estaciones de metro del centro de la ciudad de Santiago […] Los Héroes, Moneda e Irarrázaval. Nos centraremos principalmente en los modos de vida y relaciones sociales que se forman entre los vendedores ambulantes, y su relación con los compradores […] las tensiones observadas” (T2: 2).
La relación que está a la base de la tensión no sería solo el encuentro de dos instancias (estructura urbana y personas), sino que las personas se asocian a la estructura urbana a través del uso que hacen de éstas. Se evidencia dicho uso no siempre es homogéneo (hay diferentes usos) y puede ser contrario al uso pre-establecido en dicha área, como se evidencia a continuación;
“[…] como es el ejemplo de la masificación de la red de metro […] en donde por consecuencia de las apresuradas trayectorias de los millones de personas que transitan a diario en este medio de transporte, surge el comercio callejero [en torno a las estaciones de metro], entendido como una red de personas que se apropian de las entradas y salidas de las estaciones de metro con el fin de generar ingresos monetarios” (T2: 4).
“Por otro lado, la utilización de los espacios de área verde, está directamente relacionado con las dinámicas y relaciones sociales generadas en el territorio de la comuna, puesto que los funcionamientos, el esparcimiento, las necesidades y el uso que se da, es decir, la significancia del uso de un mismo lugar en distintos horarios es diverso tras las conductas sociales del sector. Dado lo anterior es que lo social y las personas son fundamentales para construir la significación del uso de los espacios, esto por los distintos fenómenos que se presentan en cada lugar en particular” (T3:3).
La relación determina la tensión socioespacial, y ésta nace del uso heterogéneo y algunas veces contravenido del espacio;
“Donde son los/las mismas comerciantes quienes se apropian de dicho espacio (salidas de estaciones de metro) creando relaciones laborales y sociales, en este sentido el comercio permite un intercambio con el otro, no solo de forma material, sino de interactuar con un otro” (T2:3)
Aquí aparece un elemento concreto de situación caótica de la que nos habla Espoz (2009) que acompaña a las ciudades latinoamericanas. La ciudad y sus estructuras o sistemas de transporte son acompañadas muchas veces y en amplios sectores de la ciudad por usos que contravienen lo definido: la venta prohibida, la instalación de microbasurales, personas en situación de calle en áreas verdes, entre otros.
No todas estas acciones prohibidas tienen la misma sanción en las ciudades, por ejemplo, en época navideña hay un auge del comercio no regulado en diferentes áreas de la ciudad entre las que se cuentan las salidas de las estaciones de metro, o en los últimos años hemos visto cada vez más personas en situación de calle que con una carpa comienzan a habitar parques de la ciudad. En todas las acciones destacadas por los trabajos aparecen como un prisma para mirar la ciudad, el prisma del uso, y en particular del uso contravenido.
Entonces aquí la tensión socioespacial aparece como una narrativa que relata la relación entre estructuras de la ciudad y sus usos, pero en particular cuando el uso ‘ideal’ es contravenido por algún uso por parte de los habitantes o transeúntes de dicho espacio. Entre estas dos partes o fuerzas aparece la tensión.
Por último, todos los trabajos fijan la atención en algún aspecto de la vida cotidiana de los miembros del grupo. Es ahí donde buscan e identificar tensiones socioespaciales;
“Con respecto a las decisiones metodológicas que se utilizaron para poder fotografiar los distintos espacios de área verde, se decidió, que cada uno de los integrantes fuera a un parque significativo de su barrio. En este caso se concretaron dos parques cercanos a los domicilios de dos de los integrantes, donde el valor simbólico prevaleció frente a otros parques posibles, ya que vivieron su infancia completa en esos espacios, jugando y aprendiendo junto a sus padres o amigos. El otro parque también tiene una connotación simbólica para las otras dos integrantes del grupo, ya que el periodo de la adolescencia, el colegio, las amistades y las personas que conocieron a lo largo de esa etapa fue generalmente concretada en el parque Bustamante, viviendo experiencias únicas e irrepetibles” (T3: 4-5).
“Además, la selección de dichas estaciones de metro es debido a la ubicación céntrica; Los Héroes y La Moneda permiten un mayor tránsito de personas por el sector, mientras que Irarrázaval es una estación concurrida y sobre la cual una de las integrantes del grupo realiza sus ventas” (T2:1).
La utilización de la vida cotidiana, puede en algún sentido ser casual o estratégica en el uso del tiempo, pero también determina que las y los estudiantes dan un rol preponderante a su vida cotidiana como objeto de análisis. En otras palabras, no solo identifican cómo las personas modifican o intervienen la ciudad, sino que también son ellas y ellos mismos como autoras y autores de los trabajos que habitan e intervienen la ciudad.
Siguiendo lo planteado por Gallastegui-Vega (2018), este trabajo dio espacio a las y los jóvenes estudiantes para ‘hablar de la ciudad’, no solo como observadores de ésta, sino como personas que la intervienen, como habitantes y residentes que son capaces de reconocer problemas en su entorno, protagonistas de intervenciones en la ciudad.
En este sentido las y los estudiantes releen la vida cotidiana, desnaturalizan su mirada, ven las intervenciones que no son tan evidentes, y es desde ahí que ellos finalmente orientan su análisis y reflexión hacia posibles lineamientos de intervención.
Respecto de la herramienta fotográfica en el desarrollo y análisis de las tensiones socioespaciales, emerge con diversos significados y miradas que se abordan a continuación.
El uso de la fotografía se convierte en una herramienta innovadora, que complementa y nutre la investigación social;
“Por otro lado, trabajar las tensiones socio-espaciales a través de la fotografía nos pareció innovador e importante de seguir trabajando y complementando con otros trabajos de investigación, ya que a través de la imagen pudimos apreciar y analizar de mejor manera elementos que a simple vista no se observan bien” (T2:5).
Las tomas fotográficas también permiten revisar lo no visto en un primer momento. La imagen fija entrega nueva información al mirar y remirar, y además sirve como una herramienta para evidenciar situaciones específicas.
“En algunas ocasiones nos causó mayor dificultad e incomodidad, por ejemplo, en los casos de represión policial. Sin embargo, encontramos que es una herramienta que debemos seguir potenciando y que sirve de gran ayuda para poder evidenciar hechos tan violentos como es la represión hacia el comercio callejero no autorizado” (T2:5).
“A modo reflexivo, se puede analizar que el método de la fotografía sirve para replantearse ciertas miradas que tenemos respecto a un tema. Ya que a través del trabajo de campo y al analizar posteriormente las fotografías capturadas, se obtiene una perspectiva más amplia respecto a lo que significa vivir frente a un vertedero, al igual que el uso de ese espacio que hacen los sujetos. Es interesante ver cómo, uno tiene una percepción distinta respecto al primer momento de encuentro con la tensión socioespacial y la mirada que se le puede otorgar después de haber analizado a través de las secuencias fotográficas” (T1:8).
Tal como plantea Bonetto (2016), la fotografía permite descubrir y describir una situación. La observación detenida del material fotográfico permite profundizar los hallazgos.
Pero también la fotografía puede ser una herramienta difícil de utilizar, y que genera incomodidades éticas en quienes la utilizan;
Fotografía 3
(Autores: Brian Cruz, Javiera Flores, Daniela Manquecura y Danae Reyes)
Fotografía 4
(Autores: Macarena Amigo, Virginia Salazar y Valeria Molina)
“capturar escenas en donde somos ajenas a ese contexto, en el sentido que no es nuestro lugar de residencia, por lo tanto, había que tener cuidado en dónde y cómo sacábamos la fotografía para no molestar ni ofender a los pobladores que se pueden sentir afectados por estar una persona ajena al sector fotografiando su lugar de residencia” (T3:5).
“Es importante dar cuenta que las fotos presentadas fueron sacadas con la mayor discreción posible, puesto que no se pidió previa autorización ya que como equipo buscábamos la improvisación de los actores, viendo cómo de forma natural se apropiaban de estos espacios y qué tipo de uso tenían con el mismo” (T1: 8).
Tal como plantea Rivera Cusicanqui (2015) la fotografía es una interpretación de la sociedad, y esto queda muy bien reflejado en la definición que los diferentes trabajos realizaron sobre la tensión socioespacial.
Fotografía 5
(Autores: Soledad Aghemio, Constanza Gómez, Marcelo Larenas, Daniela Sánchez, Francisca Padilla)
Por ejemplo, uno de los grupos decidió mostrar la imagen que precede este párrafo de lo que ellos denunciaban como violencia policial hacia los vendedores callejeros. Si bien en la imagen aparecen los elementos por ellos descritos, en particular una moto que se podía asignar a algún grupo de seguridad, sin la interpretación y narración del grupo sería muy difícil para un lector interpretar la fuerza de la denuncia con tan solo observar la imagen. Es decir, tal como plantea Jelin (2012) la fotografía no capta un lugar ‘objetivo y neutro’, sino que la mirada y la intención del grupo de estudiantes.
Es por esta razón que la fotografía aparece necesariamente asociada a otras herramientas de las ciencias sociales;
“Por otra parte, se puede inferir de la imagen la desprotección e invisibilización que se encuentran las y los comerciantes callejeros no autorizados puesto que no se les reconoce como una actividad laboral lo que realizan, por el contrario, se les reprime, sanciona, en otras ocasiones se les decomisa la mercadería e incluso sufren arrestos, generando aún más vulnerabilidad de la que ya se encuentran. Si bien, esta imagen tal vez no es tan explícita en cuanto a lo que se pretende abordar desde la apuesta del presente trabajo, es preciso recalcar que es sumamente difícil conseguir una toma de este estilo y el acercamiento más próximo que tuvimos a ello, fue esta imagen” (T2:14).
La necesaria complementariedad entre la fotografía y otras técnicas se puede deber a la dificultad técnica de captar algo (muchas veces prohibido) o a que, en este caso, la tensión que se quiere mostrar no ‘cabe’ en una imagen, sino que en un relato más complejo.
Justamente frente a la necesidad de un relato más complejo, es que los trabajos también utilizaron una de las estrategias ofrecidas en las instrucciones dadas, que era captar secuencias o construir secuencias fotográficas que les permitieran elaborar una descripción.
Fotografía 6 Fotografía 7 Fotografía 8
(Autores: Brian Cruz, Javiera Flores, Daniela Manquecura y Danae Reyes)
En las tres imágenes ofrecidas recién, los estudiantes intentaron elaborar una descripción de cómo fue la utilización del espacio que hacían los adultos mayores (en particular el descanso), en particular, de los parques analizados por los grupos.
Finalmente, los trabajos muchas veces evidenciaron que la fotografía era uno más de los recursos que utilizaron para construir las tensiones socioespaciales. La fotografía siempre fue acompañada de observación participante, breves entrevistas, revisión de información secundaría y/o material de prensa, por ejemplo.
“Las potencialidades, es que se pudo conversar con los niños y niñas que utilizaban ese espacio para recrearse, por lo que se pudo rescatar las percepciones de los sujetos y el significado que le daban a ese espacio” (T1:8).
La tensión socioespacial fue vinculada siempre a la visualización de un horizonte de transformación. Tal como desarrollamos anteriormente, los tres grupos plantearon como tensión socioespacial una injusticia espacial, es decir, siguiendo a Soja (2010), tienen a la base la discusión sobre la “distribución justa y equitativa en el espacio de los recursos socialmente valorados y la oportunidad de utilizarlos” (101-102): la instalación de vertederos ilegales en dos sectores residenciales y periféricos de la ciudad; la ocupación de las entradas y salidas del metro por parte del comercio callejero; y la desigual distribución y uso de áreas verdes públicas en la ciudad, son por separado y en su conjunto, la cristalización de mala distribución de los recursos y desventajas asociadas al desarrollo urbano.
Frente a esto, todos los trabajos reconocen la necesidad de vincular diferentes áreas que le den una comprensión más amplia a la tensión reconocida.
“Por esto hay distintos ámbitos en que […] podría relacionarse en torno a esta temática, por ejemplo, desde lo social, lo urbanístico y lo medio ambiental […] Por tanto, el desafío es poder interactuar con [otras profesiones y disciplinas] para poder crear intervenciones que sean acordes y coherentes con el bienestar social y medioambiental del área urbana, reconociendo el carácter valioso de esta interdisciplinariedad para trabajar una misma problemática o fenómeno en común” (T3: 22).
Por su parte, el análisis de los vertederos plantea la necesidad de trabajar, desde la interdisciplinariedad, con las políticas urbanas, planes de reciclaje, así como con el área de fiscalización en materia medioambiental.
Tal como planta Cazzaniga (2005), cualquier tensión socioespacial reconocida, o conflicto o situación de injusticia espacial está presente y atraviesa todas y cada una “instituciones van dando forma y contenido a la configuración de esa misma sociedad” (127). En este sentido, los vertederos ilegales por ejemplo se vinculan verticalmente con atribuciones municipales, así como con el Ministerio de Bienes Nacionales y de Medio Ambiente, de la misma forma como de manera horizontal con las capacidades y recursos con que cuenten las juntas de vecinos. Así, cualquier dispositivo de intervención debe considerar la presencia simultánea de dicho problema en múltiples dimensiones.
En esta misma línea, uno de los grupos plantea la necesidad de cuestionar las lecturas que desde ámbitos estatales se da de la tensión, ya que según platean, esta lectura produce y/o profundiza la tensión reconocida.
“Simultáneamente a partir de una revisión documental fue posible constatar que esta práctica es considerada por el Estado como un delito por lo que consideramos que el problema en cuestión es la invisibilización de las causas estructurales, tales como la no garantía del derecho al trabajo digno, la falta de oportunidades para las personas en situación de pobreza y la carencia de políticas públicas y programas sociales para estas personas” (T2:17).
Lo anterior destaca lo planteado por Muñoz (2015) donde los dispositivos de intervención desarrollados por diferentes actores – donde de manera preferente entra el Estado – también pueden ser comprendidos como control y dominación, o como en este caso, de profundización de una tensión. De esta forma, las tensiones se entienden como un entramado de vinculaciones y lectura de diferentes actores y dimensiones, y si se quiere intervenir sobre ellas, es necesario intentar abarcar todas aquellas fuerzas que generan y mantienen una tensión socioespacial.
Otro elemento destacado dice relación con el rol que les cabe a las personas involucradas directamente en la tensión socioespacial reconocida.
“En consecuencia, desde la reflexión y análisis se puede generar espacios co-construidos junto a los pobladores de los lugares analizados, en donde se puede generar articulación vecinal, con la misión de influir en ámbitos de planificación urbana, con el objetivo que se rescate la voz y necesidades de los sujetos afectados. Para que se desarrollen planificaciones urbanas con pertinencia cultural. Igualmente, desde la posición disciplinar, dar espacio para que sean sujetos activos en los procesos que los incluyen, y no verlos como sujetos pasivos que no influyen en la conformación territorial del espacio en el que habitan. Para ello, es necesario generar procesos participativos, para propiciar sujetos participantes de sus procesos” (T1:15).
“ […] visualizar y dar a conocer las historias de vida y el relato de estos sujetos con el fin de de-construir la noción de esta práctica como un delito y co-construirla con el fin de aportar a la creación de programas sociales y políticas públicas, ya que, -desde una lógica bourdieana- se debe adoptar una actitud investigativa rupturista y desnaturalizadora de la realidad social siendo conscientes en todo momento, de los obstáculos epistemólogos que se nos anteponen” (T2:18).
Finalmente, las tensiones socioespaciales reconocidas tienen como telón de fondo la idea de justicia social y de transformación social, reconociendo todas las aristas donde están presentes y que deben ser consideradas si la pregunta es la intervención social. Pero sin embargo hay que considerar el peligro que traen también los dispositivos de intervención social, los cuales pueden contener mecanismos de dominación que pueden terminar por profundizar la tensión reconocida.
Frente a este último peligro, los trabajos plantean la necesidad de incorporar la co-construcción de la intervención social, construyendo con los sujetos de intervención el horizonte de transformación social.
5. Conclusiones
Todas las tensiones sociospaciales reconocidas por los estudiantes enfocan la mirada hacia los recursos y oportunidades sociales que genera y reproduce el espacio y la ciudad en particular, y que los habitantes, en tanto agentes que practican y se apropian de la ciudad, pueden reproducir o cambiar.
Los vendedores fuera de la estación de metro pueden padecen las restricciones, pero a su vez las modifican de facto; en los parques públicos se encuentran usos permitidos, pero también personas en situación de calle que contravienen el uso planificado; finalmente en los márgenes de la ciudad, y aprovechando los déficits de fiscalización municipal, se instalan basurales con los que vecinos tienen que convivir.
Así, las tensiones socioespaciales se producen en un contexto de desigual distribución de recursos en la ciudad, y se materializan por usos diferenciados de los espacios. La tensión aparece por dos usos que funcionan a modo de fuerzas, el predefinido y el de facto, entre ambos se da la tensión que evidencia la injusticia.
De esta manera los trabajos ‘hablan de la ciudad’, tal como plantea Gallastegui-Vega (2018), reconociendo fuerzas en pugna, donde las formas de habitar y usos van configurando lo que resulta de la ciudad. Además, las tensiones nacen desde la vida cotidiana, desde la experiencias y circunstancias locales reconocidas por los estudiantes (DeBerry y otros, 2019).
Por su parte, tal como plantea Bonetto (2016) la fotografía les permitió descubrir y describir la realidad investigada, permitiendo relevar aspectos no vistos en primera instancia. Sin embargo, demostró también la necesidad de ser vinculada con otra técnica de análisis espacial como son la observación no participante o entrevistas. Adicionalmente la fotografía dio cuenta de límites éticos, donde justamente quién investiga y trata de describir la sociedad a través de la fotografía no puede pasar por alto la privacidad de los fotografiados, ni tampoco puede evidenciar aspectos prohibidos de los sujetos con los que se está trabajando.
Finalmente, la tensión nace de la mirada y capacidad crítica del habitante de la ciudad, que en el contexto del Trabajo Social – donde se realizó este ejercicio – se vincula con la transformación social. Una tensión es reconocida en paralelo con la idea de intervención y transformación. Esto puede ofrecer la claridad del objetivo de transformación social, y con esto buscar evidenciar todas las relaciones y actores que están presentes en una situación de conflicto social, así como la necesidad de la co-construcción del horizonte de transformación social con el sujeto que habita en la tensión reconocida. Sin embargo, esta vinculación con la idea de cambio y transformación social no puede estar exenta también de la mirada crítica, es decir, del cuestionamiento constante sobre procesos de control, dominio y profundización de los conflictos e injusticias espaciales evidenciadas en las tensiones socioespaciales.
Astudillo Pizarro, F. & Sandoval Díaz, J. (2019). Justicia espacial, desastres socionaturales y políticas del espacio. Dinámicas sociopolíticas frente a los aluviones y proceso de recuperación en Copiapó, Chile. Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía 28 (2), 303-321. DOI: 10.15446/rcdg.v28n2.73520.
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[1] Académica del Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Alberto Hurtado. Magíster Interdisciplinario en Intervención Social, especialización en Territorio. Trabajadora Social con mención en políticas sociales, Universidad Alberto Hurtado. Especialización en intervención desde el Enfoque Contextual Relacional, Instituto Chileno de Terapia Familiar. Correo electrónico: mtroncoso@uahurtado.cl.
[2] Académico del Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Alberto Hurtado. Doctor en Arquitectura y Urbanismo, Trabajador Social y Sociólogo, Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: ecantero@uahurtado.cl.
[3] La noción de intervención es un espacio de amplia controversia y debate, lo que en este espacio no se profundizará dado no es la finalidad del presente artículo.
[4] Curso a cargo de la docente Magdalena Troncoso del Rio.