Educación preescolar: una apuesta por el tipo de país que queremos construir

##plugins.themes.bootstrap3.article.main##

Alejandra González

Resumen

La demanda por educación de calidad es desde el año pasado protagonista de la agenda noticiosa, sin embargo, tal como explica la autora, la formación preescolar no parece ser suficientemente valorada como el impulso inicial para generar un cambio que permita realmente superar las desigualdades que aún existen en nuestro país.

Si hay algo que nadie puede cuestionar es que el 2011 fue el año de la educación. El diagnóstico en torno a su crisis se volvió tema obligado ya no de aulas y centros de investigación, sino también de taxis y supermercados. La demanda fue clara: educación pública, gratuita y de calidad. Por eso salieron a marchar los estudiantes y sus familias, por eso se paralizó el país, por eso se vivieron las mayores concentraciones de personas en democracia. Y dentro de los múltiples análisis que uno puede realizar, algo que nos llamó la atención a quienes asistimos a esas marchas, fue la presencia de niños que están por debajo de la edad escolar, niños que caminan con pasos cortos, guaguas en brazos de sus madres, esos que la política social ha denominado la primera infancia y cuya situación parecía estar ausente de la discusión. ¿Pero qué ocurre con los preescolares en Chile?, ¿tienen ellos derecho a una educación gratuita, pública y de calidad? Durante el gobierno de Michelle Bachelet asistimos al descubrimiento público de estos sujetos como beneficiarios de una política social que se ambicionaba como estructurada y coherente. No es que antes el Estado no haya tenido una preocupación por los infantes. Emblemática fue la entrega del litro de leche en el gobierno de Salvador Allende, la medida más potente de una serie de esfuerzos originados mayoritariamente desde el sector salud, destinados a reducir los indicadores críticos de mortalidad infantil (véase el interesante recuento que hace el doctor Jorge Jiménez en su libro “Angelitos Salvados”) y que es un ejemplo de estudio en aulas internacionales. Sin embargo, gran parte de estas tareas se hacían de manera aislada, lo que mermaba su efectividad. La anterior administración se propuso generar una política dirigida a la infancia temprana y el Sistema Chile Crece Contigo fue su principal producto, con la ampliación de la oferta y la construcción de salas cuna como sus indicadores de logro más observables. Al asumir Sebastián Piñera, surgió la inquietud sobre qué sucedería en este frente y cuáles serían las prioridades. El presidente prometió que el foco estaría en la calidad, incluida la educación preescolar, además de aumentar la cobertura de un 40% a un 60% para la población más vulnerable. ¿Qué ha sucedido hasta el momento? La Junta Nacional de Jardines Infantiles Junji, organismo central en el diseño, ejecución y evaluación de la política de educación preescolar fue tristemente conocida más como una comedia de equivocaciones que como un ente líder en la materia. El presupuesto 2011 fue congelado y recientemente se aprobó una partida que aumentará los recursos en un 7.2% para este 2012. La preocupación por la infancia temprana solo ha aparecido en la agenda cuando el gobierno ha reaccionado ante el conflicto educacional que lideran estudiantes secundarios y universitarios. Se ha afirmado que sí hay interés en aquellos que no pueden salir a marchar, sin embargo esas declaraciones no se han plasmado en medidas concretas. De hecho el aumento presupuestario está muy lejos del incremento de un 17.6% prometido para educación superior. Y el problema es claro: la desigualdad parte desde la cuna y la gran pregunta es qué hacemos desde ahí para generar mecanismos que disminuyan esa desigualdad y cómo participa el Estado en aumentar o disminuir esa brecha. La oferta en educación preescolar en nuestro país sigue el modelo implementado en el resto del sistema: operadores privados sobre los cuales Junji tiene un escaso control; prestadores municipales que en convenio con Junji han ampliado la oferta y establecimientos Junji e Integra que se hacen cargo de la mayoría de las opciones gratuitas, más algunas modalidades dependientes de fundaciones e instituciones privadas. Es decir, nuevamente tenemos una oferta segmentada a la cual los adultos acuden de acuerdo a sus posibilidades económicas y culturales. Los establecimientos privados pagan remuneraciones más altas, ofrecen diversidad de proyectos y cuentan con profesionales especializados como psicólogos, nutricionistas, monitores de talleres artísticos y de idiomas, entre otros. La educación preescolar Junji por su parte, ha mejorado notoriamente sus instalaciones e infraestructura y sus educadoras y profesional técnico reciben capacitación constante. Pero sus remuneraciones son mucho menores que las del mundo privado lo que genera una constante fuga hacia ese sector. Además se instalan en territorios de alta vulnerabilidad psicosocial que exigen de los profesionales no solo una capacidad para el desarrollo de habilidades cognitivas y motoras, sino también competencias para trabajar con familias y barrios donde la pobreza, el narcotráfico y la violencia son parte del paisaje. El nivel de complejidad con el que trabajan es altísimo y el compromiso que requieren bordea el heroísmo. Las vulnerabilidades se presentan segmentadas espacialmente y en un país con altos niveles de segregación territorial como el nuestro, la oferta de educación preescolar pública debe batallar con esa homogeneidad socioeconómica. En Chile en nivel Sala Cuna hay un técnico por cada seis lactantes mientras en Inglaterra la relación es de uno a tres. Los ingleses tomaron esta decisión precisamente porque comprobaron que desplegar una buena estimulación en un niño requiere un alto grado de atención, de otro modo incluso puede ser mejor la que podría prestarle un adulto responsable en el hogar. Y sabemos muy bien que los indicadores de desarrollo humano óptimos están a años luz de nuestro Chile. Imagine además que ese lactante debe compartir junto a cinco más la atención de una técnico parvularia desde las ocho de la mañana y hasta las siete de la tarde en caso de tener extensión horaria. Durante este tiempo es altamente probable que los adultos a su cargo estén trabajando en un empleo de precarias condiciones ¿Qué estimulación reciben nuestros niños pobres entonces? Y ojo que no estamos afirmando aquí que los pobres, por ser pobres, requieran de planes específicos de habilitación cognitiva. Estamos recalcando que la infancia en general requiere de dispositivos equitativos de atención de sus diferencias que permitan su desarrollo armónico e inclusivo. ¿Qué estimulación reciben nuestros niños de clase media y alta?, ¿es mejor o distinta y por qué? Poco y nada sabemos de los planes que hay detrás de los jardines privados donde Junji opera más bien como un certificador de mínimos muy concretos como infraestructura, dotación de profesionales y técnicos. La educación preescolar privada es más bien una caja negra donde el Estado ha tenido muy poco que decir. Quedan muchas preguntas por responder, como cuáles son los proyectos de país que se juegan en una educación preescolar diferenciada por clase, por qué necesitamos jardines infantiles con extensión horaria y qué tipo de empleo tienen los apoderados. Necesitamos jardines y salas cuna de alta calidad y también la participación de los adultos responsables quienes deben contar con condiciones de empleo adecuadas para poder apoyar en la crianza. Debatir acerca del valor que le damos a nuestra infancia temprana puede darnos luces de lo que estamos haciendo con nuestros estudiantes secundarios y universitarios y sobre todo, darnos algunas respuestas del tipo de país que queremos construir.

Descarga de archivos:

Descargas

La descarga de datos todavía no está disponible.

##plugins.themes.bootstrap3.article.details##

Cómo citar
González, A. (2018). Educación preescolar: una apuesta por el tipo de país que queremos construir. Intervención, 1(2), 4-6. https://doi.org/10.53689/int.v1i2.5
Sección
Artículos
Biografía del autor/a

Alejandra González

Profesora Departamento de Trabajo Social Universidad Alberto Hurtado, Magíster en Trabajo Social PUC