La intervención social en los escenarios actuales: una mirada al contexto y el lazo social

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Alfredo Juan Manuel Carballeda

Resumen

La zona de angustia (así la denominaba Erdosain)…era la consecuencia del sufrimiento de los hombres, como una nube de gas venenoso se trasladaba de un punto a otro…sin perder su forma; plana y horizontal… Angustia en dos dimensiones que guillotinando las gargantas dejaba en éstas un registro de sollozo…


Roberto Arlt. Los siete locos. 1930.


Lo social y la angustia

Pensar los escenarios actuales de intervención social, implica una inevitable mirada y reflexión a la singularidad del encuentro entre lo macro social y lo micro social. También ubicarla dentro de un contexto caracterizado por el agotamiento y la última etapa del discurso neoliberal que se expresa en diferentes formas de malestar. Por otro lado, hay otro discurso que va surgiendo en nuestro continente, una forma de enunciado que aún no está del todo escrito y que puja en diferentes terrenos con el neoliberalismo, produciendo una serie de choques y enfrentamientos que son generadores de una multiplicidad de contradicciones franqueadas por certezas y dudas. Esa pugna, en tanto constructora de acontecimiento, posee dos órdenes de mediación. Una de ellas es el territorio -tanto desde lo material como lo simbólico- siendo atravesado por lo macro social, y el otro, se expresa en la singularidad de cada actor social. El contexto de la intervención en lo social, de esta manera, se encuentra marcado por una serie de inscripciones que generan nuevas y más preguntas. Tal vez, los ejes más relevantes de éstas pasen por los efectos del neoliberalismo en la trama social tanto desde lo objetivo –a partir de los relevantes efectos de las desigualdades–, como en la construcción de nuevas y más formas de subjetividad. La idea de pérdida de anclaje material y simbólico, la caída de las referencias, de la previsión, la precariedad de la vida cotidiana y la movilidad descendente en una cultura donde pareciera que solo ofrece objetos como formas de satisfacción, construyeron y siguen erigiendo desde hace décadas un modo de padecer que integra lo social con lo subjetivo. En esas cuestiones las sociedades arrasadas y paralizadas por el terrorismo de mercado sufrieron y aún sufren formas de cimentación de subjetividades que se expresan de diferentes maneras, pero, fundamentalmente, dando cuenta de la fragmentación de la solidaridad, los lazos sociales y las relaciones de intercambio y reciprocidad. En definitiva de la sociabilidad. Una nueva forma de malestar se presenta en un contexto que algunos autores definen como de hipermodernidad. Pareciera que lo que sobresale como expresión del malestar es una especie de afirmación que se hace desde los profetas del mercado y que culmina en una salida que podría sintetizarse en la idea de habitar dentro de una civilización donde pasa todo y nada a la vez. El movimiento acelerado de imágenes, discursos, bienes, propuestas y múltiples posibilidades, transforman la velocidad en inmovilidad, al tornarse imposible obtener cualquiera de esas propuestas, sin que éstas se transformen en antiguas y sin valor al ser alcanzadas. El Neoliberalismo dejó una extraña sensación de orden en medio del caos, generando una idea de mundo conocido y ordenado a través del temor al otro y la máxima exacerbación del individualismo como su expresión más relevante. De este modo organizaba nuestras sociedades en una conjunción que iba y venía entre miedo y promesas de placer efímero. La ruptura y estallido en múltiples formas de la amalgama entre igualdad, libertad y fraternidad que dio forma a los pensamientos utópicos y transformadores durante todo el siglo XIX y gran parte del XX sirvió para naturalizar y hacer invisibles las desigualdades sociales, la ruptura de la sociabilidad y el aislamiento. La noción de desigualdad como derecho, utilizada por la cruzada neo conservadora iniciada a mediados de la década de los setenta, sintetiza de alguna manera esas ideas. De este modo, la igualdad en algunos sectores de nuestras sociedades sigue siendo percibida y presentada como un peligro, riesgo o abuso, que puede coartar o terminar en forma definitiva con la libertad. Así, se suele hablar de exceso de derechos o de la utilización de las políticas sociales como forma de abandono, ociosidad o proto delito. Las desigualdades sociales construyeron otras formas de relación social, en las cuales la inclusión genera temor, especialmente desde la imposición de un discurso donde la sociedad es un pequeño espacio para pocos, mientras que los territorios de la exclusión social la rodean, acechan y a veces la invaden. Éstos, son presentados especialmente desde los medios de comunicación y los imaginarios sociales como áreas de guerra, puja y violencia de los cuales solo se puede huir desde diferentes formas de encierro espacial y subjetivo. A su vez, la exclusión social opera como un ordenador de la sociedad, donde cada “incluido” acepta cualquier condición o propuesta para seguir perteneciendo a una espacialidad metafórica que se asocia a la posesión de objetos, bienes y cierta idea de estabilidad laboral. En esta tensión entre inclusión y exclusión, presentados como territorios en puja, tensión y guerra, la incertidumbre generada desde diferentes formas discursivas impide, en distintos sectores de nuestra sociedad, proyectar ideas de futuro y transformación, tornándose estas en formas subjetivas de padecimiento y temor. Aun así, en la aceptación del aislamiento de los otros, las sociedades construidas desde el temor con la única promesa del hiperconsumo como resolución hedonista del deseo, están franqueadas por la decepción. La angustia, como “zona” no sabe de inclusión o exclusión social. La caída del discurso neoliberal genera una serie de nuevas tensiones entre dos modalidades discursivas: la neoliberal asociada a un devenir signado por la fatalidad y la impotencia, donde las ideas son presentadas como sinónimo de conflicto y fracaso, siendo la verdad única el mercado; se enfrenta con un cada vez más fuerte resurgimiento del discurso de la voluntad como camino de transformación política, económica y social planteada desde una vuelta de lo colectivo, de la pertenencia a proyectos como sinónimo de certezas y seguridades.


El Lazo Social como lenguaje.

El lazo social, aun así, se fue construyendo en forma dificultosa, precaria, compleja, en el temor a la exclusión social. El lazo social se fue conformando como un lenguaje que habla en forma balbuceante de tramas sociales, pautas y códigos, donde es posible y muchas veces necesario reconocer retazos de relatos e historias negadas por años de dictaduras militares y económicas. El neoliberalismo, contaminó la sociabilidad imponiendo la lógica costo-beneficio, el temor al otro, incluso su objetivación, ratificando más y nuevas dificultades en las relaciones sociales, impactando de forma diferente en el lazo social. De este modo, el lazo social se presenta como un lenguaje a develar en cada circunstancia interventiva. Éste es un lenguaje en sí mismo, que “habla” en cada escenario de intervención. Esta expresión del habla desde la sociabilidad se presenta como un observable tanto desde la pérdida y el deterioro como de la posible resignificación de diferentes espacios de socialización que nuestras culturas fueron construyendo en contextos de lucha y resistencia, política social y cultural. Esos espacios de socialización perdidos o desmantelados, también nos muestran otra cara de este proceso de sumisión: la crisis de los sistemas de código y sanción, la separación entre cultura y regulación social. De esta manera, el lazo social se convierte en una forma de relación social mediada por la cultura, el lenguaje y la historia. Ya que el lazo social es un lenguaje, posee un orden, pautas, formas y multiplicidad de posibilidades. El lazo social está allí, nos precede, desde la historia y los mandatos sociales. Desde papeles, guiones, pre escritos y significados, desde una estrecha relación entre cada actor social el escenario de intervención y sus componentes. Es también un observable de la interacción, las relaciones sociales informales y la vida cotidiana. El lazo social es, de esta manera, un mecanismo atravesado por lo simbólico, que da cuenta de la relación entre sujeto y mundo social, es singular y está compuesto por elementos materiales y múltiples significaciones y se hace necesario en la construcción de subjetividad, dado que actúa como mediador en la construcción de diferentes sistemas de significados y valores que nos hacen sujetos. En la actualidad, la mirada al lazo social, se torna más compleja, ya que la intervención social nos muestra nuevos relatos alrededor de éste. Los mismos hablan de su condición efímera, su relación con la sobrevivencia, el atravesamiento de la búsqueda de beneficios en su constitución, en definitiva de sus diferentes formas de resquebrajamiento.


La Protección Social.

El retiro del Estado como instrumento de protección social, que produjo el Neoliberalismo como doctrina política y económica, no implicó su ausencia, sino una nueva presencia desde el poder punitivo, generando más y nuevas rupturas. La sanción y el código, ahora desde otra esfera, comenzaron a ser impuestos desde lógicas ajenas a nuestras culturas, pautas y formas de comprender y explicar los problemas sociales, en general a partir de una perspectiva tecnocrática y normativa que convocaba y convoca a la intervención solo desde su aspecto coercitivo. Con el retiro, tecnocratización y achicamiento de la protección social, también se fueron deteriorando los sistemas de regulación provenientes del aparato estatal y que habían sido resignificados a partir de múltiples luchas, pujas y tensiones. La erosión institucional de lo público generó un desgaste que va desde la vida cotidiana hasta las propias lógicas de las instituciones que se encuentran “estalladas” y con pocas posibilidades de comprender los escenarios complejos donde se asientan. Asimismo, también surgen nuevas formas de malestar que se relacionan con una sensación de ausencia del todo social como lugar de cobijo, pertenencia y construcción de identidad. Como telón de fondo, la incertidumbre y la idea de no futuro generan nuevas formas de lenguaje, que se inscriben en el lazo social, éstas van desde lo verbal hasta lo corporal, donde lo que sobresale es la pérdida de la palabra, su ausencia o recorte. El cuerpo se presenta como un nuevo lugar del habla. En las sociedades neoliberales y post neoliberales, los cuerpos muestran la identidad, desde diferentes marcas e inscripciones, que van desde los cortes a veces auto infringidos para hacer objetivo el padecimiento subjetivo, hasta las marcas de las múltiples formas de la violencia que atraviesa a nuestras sociedades. De este modo, el neoliberalismo logró alterar un orden discursivo e imponer otro que puede leerse en la textualidad del lazo social. En otras palabras por la fuerza hizo “estallar” una forma de gramática que se presentaba como producto de luchas y tensiones. La recuperación de la gramática perdida por efecto de las dictaduras y la represión, se muestra como campo de intervención desde diferentes disciplinas que intervienen en lo social, como un mandato político que simplemente implica el rescate de la historia y lo colectivo en nuestras sociedades. Sin esa recuperación, el malestar simplemente se actúa, se queda sin palabras, se transforma en nuevas formas de violencia que atraviesan la cotidianeidad. La no circulación de la palabra llevaba y aun lleva al acto violento, al padecimiento expresados como efectos de represiones que desde el contexto se entrometen en la subjetividad. El retorno del Estado como garantía de protección social, comienza a construir nuevas certezas, algunas todavía no visualizadas, otras enmarcadas en las dificultades de los dispositivos clásicos de intervención social dentro de instituciones arrasadas por la lógica neoliberal.


El Lazo Social como territorio de puja y conflicto

El lazo social se presenta como una forma de campo de tensión y disputa entres el discurso neoliberal y el colectivo. También es posible leerlo, conocerlo en la sociabilidad, en su orden, en su forma de codificación. Así, la intervención social enlaza una necesaria recuperación del habla, del lenguaje de las formas de decir, a través de diferentes dispositivos que intenten revincular al sujeto con la cultura, con los otros, con su historia. Esto implica también una mirada hacia las diferentes profesiones en la perspectiva de recuperar el sentido de modalidades de intervención que dialoguen con la historia, lo lúdico, lo expresivo, la pertenencia y la identidad. Pero además, en la complejidad actual puede involucrar nuevas miradas hacia lo grupal, lo territorial y la recuperación de la mirada hacia lo singular como formas de intervención abierta que permitan o faciliten un encuentro con el otro de manera profunda e intensa. Posiblemente, para poder intentar recuperar y reconstruir nuevas formas del discurso, se hace necesario que las distintas disciplinas que intervienen en lo social generen la recuperación de su propia palabra. El neoliberalismo, recortó también la gramática y el orden discursivo de las prácticas, impuso manuales de procedimientos, formas de decir y de registrar que rápidamente se transformaron en modalidades de intervención. La recuperación de la palabra por parte de la intervención social, se vincula, no solo con nuevos glosarios y conceptos, sino que también con modalidades de escritura, de decir, donde la recuperación de la metáfora tenga la posibilidad de generar un abandono progresivo de tecnicismos copiados de otros campos y que solo pueden ser útiles para hacer “fotografías”, como descripciones a veces pormenorizadas del presente de una situación, pero la imposibilidad de comprenderla desde su construcción histórico social, como proceso, mutilan la capacidad de intervención. El orden del discurso neoliberal impactó de manera relevante en las ciencias sociales. Paradojalmente las dejó sin escenario, sin contexto, haciéndolas ingresar el en terreno de lo abstracto, de ideales de sujeto, familias y barrios muchas veces construidos desde perspectivas dramáticamente alejadas de nuestras realidades. Recuperar la palabra también sugiere una nueva relación con lo territorial. Para esto, tal vez haga falta aprender de nuevo a escuchar las voces del territorio, de sus actores, significaciones y sentidos, para desde allí reconstruir y recrear nuevos lenguajes y subjetividades. En la intervención social, la discusión acerca de las palabras lleva también a revisar conceptos, categorías, variables e indicadores para poder, desde ese proceso, renombrar y poder transmitir de otras formas, tanto desde nuestro lenguaje escrito como verbal. En este aspecto sobresale la necesidad de interpretar y de conocer en profundidad las diferentes situaciones de intervención y su impacto subjetivo. De esta manera, la intervención social se refuerza como espacio intersubjetivo, atravesado por las representaciones sociales que rodean al problema o necesidad que generó la demanda de intervención. Así, tal vez sea posible pensar en la intervención con más y nuevos horizontes que van desde la desnaturalización de la desigualdad hasta la recuperación de ciudadanías. En este punto se inscribe el compromiso ético de las profesiones actuales, desde diferentes esferas, reconociendo en principio que la intervención es una “deliberación”, es decir una práctica que necesita nitidez, definiendo con claridad desde donde y para qué se interviene. Delimitando de esta forma su lugar en la tensión entre el discurso del devenir sin sentido o la recuperación de la épica de la transformación.


Referencias bibliográficas

Arlt, R (1998). Los 7 Locos. Buenos Aires. Editorial Sudamericana.


Carballeda, A (2008) Los cuerpos fragmentados. Buenos Aires. Editorial Paidós.


Carballeda, A (2007) Escuchar las Prácticas. Buenos Aires. Editorial Espacio.


Comas, C (2005) Lo Social y el padecimiento Subjetivo. Buenos Aires. Tesis de Maestría (FLACSO).


Lipovetsky, G (2008). La Sociedad de la decepción. Buenos Aires. Anagrama.

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Cómo citar
Carballeda, A. (2018). La intervención social en los escenarios actuales: una mirada al contexto y el lazo social. Revista Intervención, 1(3), 57-60. https://doi.org/10.53689/int.v1i3.16
Sección
Palabras y cosas
Biografía del autor/a

Alfredo Juan Manuel Carballeda

Doctor en Servicio Social de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil.

Magister en Trabajo Social, PUCSP.

Licenciado en Servicio Social. Universidad de Buenos Aires.