Intervención social y el territorio como clave de aproximación
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Resumen
Hemos dedicado este número especial de nuestra Revista Intervención al análisis del territorio como una clave de entrada, como un lente de aproximación a los procesos de intervención en lo social. De un tiempo a esta parte, la noción “territorial” figura en la mayoría de los diseños de intervención de la política social, y es adoptado tanto en programas sociales impulsados por instituciones públicas como por organismos de la sociedad civil. Incluso la empresa privada hoy, en sus planes de responsabilidad social, acuña la noción “territorial”. ¿Qué viene a significar “lo territorial” en este escenario? ¿Existe algo así como un “enfoque” de intervención “territorial”?
Claramente la noción de territorio ha sido representada como un entramado mucho más complejo que las características geográficas y demográficas de una porción de tierra en donde habitan familias. Es más que la vivienda y su entorno, es más que la comunidad -consigna que primó en la década de los sesenta y setenta, e incluso subterráneamente durante la dictadura en los ochenta-. Es distinto del barrio -noción higienizada de comunidad, que colonizó los diseños de política social desde los noventa en adelante-. De hecho, podemos afirmar que ninguna de estas aproximaciones se corresponde necesariamente a la noción de enfoque territorial de intervención, porque “enfoque territorial” no es sinónimo de definir una unidad de intervención (un barrio, una región del país, tampoco una comunidad auto o hétero denominada). No es un recorte del mapa.
¿Qué entendemos, entonces, por enfoque territorial de intervención? Dos aspectos ayudan a iluminar esta cuestión.
Primero, que el territorio no es solo el escenario donde ocurre lo social. El territorio, como bien dan cuenta los artículos y entrevistas que componen este número, nos habla inevitablemente de actores y de interrelaciones -de poder, de opresión, de emancipación, de neutralización, de inercia- que se producen en un espacio cargado simbólicamente, con historia, con identidad, con un movimiento propio. Un “enfoque territorial” de intervención, implica entonces pensar lo particular y lo estructural en contradicción. Es en el territorio particular donde se expresan los mecanismos estructurales que producen exclusión y opresión a escala supranacional. Estos mecanismos estructurales se manifiestan de manera singular en los territorios, obedeciendo a una configuración de fuerzas y relaciones entre actores y su medio que es peculiar, pero al mismo tiempo cada territorio crea mecanismos exclusionarios que le son propios (en base a la historicidad y cultura local), que pueden agudizar las opresiones de corte estructural que sufren ciertos grupos sociales. Por cierto, en cada territorio se levantan también fuerzas que disputan el poder hegemónico, intentando dar forma a espacios deliberativos emergentes y nuevas formas de gobernanza.
En segundo lugar, es preciso detenerse en que la noción “territorial” aparece como una nueva metáfora. Metáforas de lo social han abundado en la discusión sobre intervención social. Lo social ha sido visto como cuerpo biológico, como máquina, como construcción, como tejido. Ver lo social como un territorio nos habla de la intervención como un espacio social, como un espacio vivido. Como un espacio que tiene de dulce y agraz, con suaves praderas y también pantanosas áreas. El territorio es complejo, es rico, es inaprehensible. Nunca podremos saber “realmente” cómo es el territorio, porque siempre habrá espacios ocultos, que los mapas que lo describen no pueden mostrar. Porque no son capaces de hacerlo. Porque el territorio es siempre más que lo que el mapa puede ilustrar, así como lo social es siempre más de lo que las teorías sociales pueden explicar. Para entender lo social como territorio, requerimos de mapas precisos que nos eviten jugar con las expectativas de los participantes de la intervención y el desperdicio de recursos. La exploración del territorio, el recorrido reflexionado de sus rutas, permite retroalimentar los mapas, identificando lo que está obsoleto, lo emergente, lo no visto. La mirada de la intervención en lo social en clave territorial nos desafía entonces a recorrer reflexionando y a buscar nuevos mapas interpretativos.
El “enfoque territorial” se nutre de una serie de desarrollos teóricos previos (teorías de redes, análisis institucional, modelos de intervención comunitaria, teoría de necesidades y satisfactores, teorías sobre el poder y el conflicto, solo por nombrar algunas). Pero su novedad, en tanto enfoque, radica en que logra una forma “otra” de articular estos desarrollos teóricos que es interesante: una articulación situada y que exige el intercambio interdisciplinar. Asumir que el territorio es una clave de aproximación a la intervención social implica, en ese mismo acto, asumir que desde nuestro rol profesional-disciplinar siempre somos incompletas/os, y que requerimos de otros para observar e intervenir sobre un fenómeno social que está encajado en un espacio que no se puede soslayar.
Los artículos y entrevistas que dan vida a este número dejan esto en evidencia, al poner en diálogo el trabajo social, la geografía, la ciencia política, la psicología, la sociología y la arquitectura como lugares de enunciación que dan cuenta de las relaciones, de la fluctuación del poder, de las fisuras que deja expuestas la manera tradicional, sin anclaje territorial, de intervenir lo social. Los manuscritos de esta edición están cruzados por la dimensión política como componente central en la configuración del territorio. En consecuencia, encontrarán trabajos que se dedican a la identificación de mecanismos exclusionarios que operan a escala territorial agudizando la opresión de ciertos grupos -de las mujeres en territorios rurales, por ejemplo-, a la reflexión sobre las posibilidades de construir espacios de participación y deliberación territorial, que permitan disputar ideas de desarrollo desde y para los territorios, así como la utilización de herramientas específicas -como el mapeo colectivo- para promover la gestación de discurso crítico y prácticas emancipatorias.
Les invitamos a leer y disfrutar los matices que cada trabajo aporta a esta discusión. Constatarán que a pesar de que la noción “territorial” abunda en los diseños de intervención, aún tiene un potencial de desarrollo inexplorado. Es por este motivo que este número especial, más que concluir algo sobre intervención social en clave territorial, aspire a abrir y extender las discusiones en esta materia.
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